VICENTE PÉREZ
El último balance provisIonal sobre el daño de los incendios forestales de Gran Canaria en agosto lo ha aportado el jefe de Emergencias de la Isla, Federico Grillo, en un pleno del Cabildo celebrado esta semana: se han quemado 15 casas, 3 cuartos de aperos registrados, han ardido unas 9.800 hectáreas y ha sido pasto del fuego el 32% del parque natural de Tamadaba, el mayor pinar de la isla.
Grillo explicó que «con Tamadaba tuvimos suerte, fue fuego de cola, por el viento, similar a una quema controlada, por lo que esta zona de pinar queda ahora vacunada durante años».
De este valioso pinar, dijo, «un gran porcentaje de lo quemado se recuperará bastante rápido; ahora se ve un poco feo el paisaje, pero en pocas semanas veremos pinocha en el suelo, rebrotará en primavera y antes del verano que viene quedarán disimulados bastantes efectos de este incendio, por lo que es meno daño de lo que esperábamos».
Subrayó este técnico, natural de La Guancha (Tenerife), que en protección civil la prioridad son las personas, luego las viviendas y finalmente el monte, por lo que dijo que dadas las circunstancias no quedó más remedio que sacrificar Tamadaba.
Se da la paradoja de que justo en el barranco donde comienza el pinar de Tamadaba existen tres presas de gran tamaño con agua, un líquido elemento que no pudo ser utilizado ni por medios aéreos ni terrestres de modo que se evitara el salto del fuego hacia este importante espacio natural protegido debido a la prioridad de actuar en otras partes de un incendio que llegó a superar los 112 kilómetros de perímetro.
Aseguró que con la tecnología actual fue «imposible» detener el incendio en ese pinar, pues había un frente importante con «una gran potencialidad de irse hacia Tejeda e Inagua», y se optó por salvaguardar las zonas habitadas, por lo que avanzó en Tamadaba, donde además solo había una sola vía de acceso.
Grillo advirtió además de que el plan rector del espacio natural protegido no permite hacer quemas controladas para prevenir incendios, por lo que es preciso hacer las labores de prevención de eliminar necromasa (es decir, restos de vegetación muerta) a mano.
Casi un millar de fuegos y solo tres para quemar una quinta parte de la isla
En todo caso, Grillo recordó que en los últimos 19 años se han producido 949 incendios, que han quemado 32.060 hectáreas en Gran Canaria ( una quinta parte de la isla ha ardido en estas dos últimas décadas, porque tiene 156.000 hectáreas en total). Se da la circunstancia de que de ese casi millar de fuegos (946 se han quedado en conatos), solo han bastado tres grandes incendios para arrasar 30.000 hectáreas.
De ahí que el funcionario del Cabildo se refiriera a la «paradoja» de que aunque se apagan la inmensa mayoría de los conatos, luego son peores los incendios, porque «algunos se vuelven incontrolables por la cantidad de biomasa en condiciones meteorológicas adversas».
Eliminar el pino no canario: fallaron contrafuegos
En su análisis, Grillo indicó que se hicieron contrafuegos preventivos que en el caso del incendio iniciado en Valleseco mostraron «fallos» en su diseño, porque pese a que se aclararon los pinares, y se limpiaron de pinocha y matorral bajo, se ha visto que el pinus radiata o insigne pese a ello ardió de copa y el fuego pasó de nuevo a Tejeda, por lo que recomendó suprimir esta especie, distinta al pino canario, «porque no nos beneficia».
«La afección al medio ambiente no es tan catastrófica como esperábamos y 15 viviendas quemadas es un éxito para lo que pudo haber ocurrido», afirmó el jefe de Emergencias.
El incendio que se originó en Valleseco todavía y quemó unas 8.800 hectáreas todavía no está oficialmente extinguido, para lo cual aún se tardarán días.
El técnico advirtió de que ahora un «riesgo importante» es la erosión si se producen lluvias fuertes en el otoño e inviernos próximos, porque «esas laderas quemadas se pueden venir abajo, con agua pesada y erosiva, arrastrando piedras, por lo que avanzó que ahora hay que trabajar para sujetar esos suelos que han quedado desprovistos de vegetación. Pero reconoció que todo depende de la «buena o mala suerte de las lluvias que vengan, si son o no fuertes».