VICENTE PÉREZ
A Beatriz García Puertas y Ángel Adán Peñalosa no solo les une desde hace muchos años el amor mutuo (son matrimonio), sino la profesión de la que ya se han jubilado: arquitectura técnica, de la que fueron profesores del IES Geneto. Y además les une el amor por la casa del corsario Amaro Pargo en Machado (El Rosario), un inmueble de propiedad privada salvajemente mutilado por los buscadores de tesoros llevados por la falsa leyenda de que entre sus muros el famoso personaje lagunero que vivió a caballo entre los silgo XVII y XVIII escondió una fortuna.
Recorremos con este matrimonio las destartaladas ruinas de esta antigua hacienda, declarada Bien de Interés Cultural (BIC), que está al pie del no menos histórico Camino de La Virgen, también declarado BIC, tradicional ruta de peregrinación desde La Laguna hasta Candelaria. Ruinas pero aún con una cierta dignidad de muros sobrevivientes. De sus techos solo queda parte de la estructura de un tejado en una habitación principal.
Tras penetrar en esta estancia, Ángel, nacido en Venezuela, de padre tinerfeño y madre aragonesa, lo tiene claro con su mensaje: «Ya es hora de que se dejen de venir a este lugar personas que, en su ignorancia, buscan un tesoro que no existe, escarbando y destruyendo esta magnífica hacienda histórica». Un llamamiento que hace después de que, al inicio del recorrido con PLANETA CANARIO por el lugar, descubriera a una pareja de jóvenes con un detector de metales y una pala, los cuales e marcharon al percatarse de que eran observados.
«No hay otro tesoro que la propia casa»
Esta arquitecto técnico jubilado enfatiza que «no solo no hay tesoro sino que el tesoro es la propia casa, y esta gente que viene a destruir un bien histórico lo que debería es ilustrarse con libros sobre este corsario, del cual sabemos ya muchas cosas gracias a historiadores serios, como los que contamos en la Universidad de La Laguna, y escritores como Alfredo López Pérez, que han escrito esta magnífica novela sobre este personaje histórico».
Precisamente este novelista tinerfeño acompaña a Ángel y Beatriz para este reportaje por las ruinas de la antigua casona, y también deja claro que la leyenda de la existencia de un tesoro en esta hacienda es falsa. Es autor de la novela Amaro Pargo. Fe, amor y raíces y divulgador de este personaje histórico, nacido en La Laguna en 1678 y fallecido en este mismo municipio de Tenerife en 1747. A las explicaciones de este escritor dedicará PLANETA CANARIO un segundo reportaje de este recorrido por la antigua hacienda.
Beatriz es granadina. Al igual que Ángel, estudiaron en la Universidad de La Laguna. «Es una pena que esta vivienda que Amaro Pargo adquirió en un lugar tan peculiar se esté perdiendo, siendo un personaje como éste en la historia de Canarias, que está tan documentado por tantos historiadores como Daniel García Pulido y Manuel de Paz y otros estudiosos del tema».
«Aún se puede recuperar lo que queda»
Junto a una de las esquinas de gruesas piedras en añejos muros de la hacienda, Beatriz diagnostica que «la casa todavía se ve con un valor y una riqueza de materiales de construcción antigua y sólida, por lo que aún puede recuperar lo que queda; y no olvidemos que se trata de un bien de interés cultural que no se debería abandonar de esta manera».
«Hay que tomar medidas para que no se deteriore más»
Este matrimonio de El Rosario cree que ha llegado el momento de que el propietario del terreno y las Administraciones públicas puedan llegar a algún tipo de acuerdo «para que esta casa florezca de nuevo», tras el cruento asedio de los buscadores de tesoros inexistentes que la han ido desmontando piedra a piedra, sin piedad.
«Por lo menos hay que intentar tomar algunas medidas para que no se deteriore más y empezar a hacer algunas pequeñas actuaciones, para mantener lo que sigue en pie», propone Ángel, mientras recorre con su esposa y con el escritor los escarbados vestigios de la antigua hacienda.
«Reconstruir con los materiales de la propia casa original»
Como profesor jubilado de edificación y obra civil, Ángel no se deja desmoronar fácilmente por el desolador panorama de este BIC en la actualidad. «Pienso que se puede reconstruir, con los propios materiales de la casa que están aquí; evidentemente no a 100% pero sí se podría acometer por fases». Pero antes que eso, subraya, «quizás lo primero sea crear concienciación social sobre el extraordinario valor que tiene este lugar».
Tras una ilustradora caminata, no sin algunos tropezones y saltos dificultosos, por las ruinas de la antigua hacienda, este matrimonio rosariero tiene claro que vale la pena tocar todas las puertas que sean precisas para intentar hacer algo por este bien patrimonial. En realidad como profesionales en la materia son conscientes de que se trata de una meta complicada, por el mal estado de la construcción, aunque también como arquitectos técnicos saben que es posible una intervención que devuelva a este histórico lugar parte del esplendor que le han quitado los buscadores de un tesoro imposible.
Cambio de dueño
A fines de la pasada década la casa del corsario en Machado cambió de dueño cuando el Cabildo de Tenerife tanteaba comprarla, y fue adquirida entonces por Francisco Pomares. Antes de esa compraventa, el Ayuntamiento de El Rosario contactó con la anterior propietaria, que le confirmó que la vendía por 50.000 euros. Pero el consistorio rosariero se vio obligado a dejar la iniciativa al Cabildo porque por entonces la corporación insular mostró interés por el inmueble y llegó a destinar sendas partidas presupuestarias en 2016 y 2018 a iniciativa del PP. De momento sigue en manos privadas.
¿Quién fue Amaro Pargo?
Nacido en La Laguna de padres labradores y comerciantes, perteneció a una familia de siete hermanos, de los que tres se hicieron monjas. Con 14 años se hizo a la mar, y ya con 21 era alférez. Acumuló un gran fortuna, con 900 fanegadas y 60 casas. Fue corsario y capitán de mar y tierra por designación real.
Poseyó barcos con los que comerció con México, Venezuela, Cuba y el Mediterráneo, exportando malvasía y aguardiente de sus propiedades, y compraba y vendía cacao, telas, tabaco… Aunque en la época se comerciaba también con esclavos, nuestro corsario apenas lo hizo, y además facilitó la fuga de alguno de ellos. Dejó como herederos a Amaro González de Mesa y Ana Josefa Rodríguez Felipe, sus sobrinos. La finca de Toriño, en Machado, figura entre las propiedades que recibieron del corsario.
El inmueble ya existía al menos desde 1642. El último habitante de la casa fue Felipe Trujillo, hasta 1975; falleció con 99 años y solía comentar con los vecinos que era descendiente del corsario. Amaro Pargo fue amigo de sor María de Jesús, la conocida como La Siervita o la monja incorrupta, debido a que tres hermanas suyas fueron monjas de clausura. Fue el corsario quien le compró el sarcófago para que se custodiaran sus restos mortales.