SALVADOR PÉREZ
Enhorabuena al Ayuntamiento de Icod de los Vinos por la publicación de estos “Cuadernos Patrimoniales Año I, Número 1” que tengo el gusto de presentar. La Corporación Municipal con su alcalde, Francisco Javier González Díaz, se ha dado cuenta de que no hay flecha de futuro si no está tensada desde el arco del pasado y del presente. Lo hemos visto estos tristes días con el volcán de la isla de La Palma donde los científicos ¡Viva la ciencia! han relacionado los otros volcanes de 1949 y 1971 para sacar conclusiones para este incierto presente de 2021 que nos llevará a un tiempo por venir. Y cómo no cuesta elogiar cuando hay méritos, un 10 para las autoridades nacionales, regionales y locales y los pueblos canario y español que han buscado el único protagonista: el sufrido pueblo palmero. Y como ejemplo especial hacerlo con María Victoria Hernández Pérez, gran historiadora, buena compañera de los tiempos de El Día y Cronista Oficial de Los Llanos de Aridane.
Y destacar primero el trabajo ingente, formidable, lleno de tintes laudatorios del Cronista Oficial de Icod, José Fernando Díaz Medina, un auténtico mirlo blanco para esta ciudad, que no para en una labor de abeja precisa e incansable desde sus constantes artículos y trabajos hasta la difusión popular del ayer con el hoy en el programa, cada jueves, de la emisora Icoden Daute, con el sugerente título “Fe de vida” …
José Fernando ha hecho un trabajo ingente, sugerente, lleno de matices, casi como un orfebre, con sus artículos y entrevistas, los textos de otros invitados, los títulos, la emoción y la curiosidad de las fotos y los contenidos de una revista que es todo un orgullo para Icod. Si yo fuera profesor (y lo soy) le pondría un 9,5 de nota final. El 10, la Matrícula de Honor, será cuando eche a caminar el segundo número de esta revista. Así que adelante…
Y a destacar los artículos sobre Antonio Pérez Voituriez (finca El Boquin, La Furnia), la emoción de la biografía de la poetisa Nuria González Delgado, el diálogo con Carmelo alcalde y así un no acabar hasta culminar con la firma invitada de los hijos de Joaquín y Aurora con ese título que ya dice todo “Dos gallegos icodenses, dos icodenses gallegos”. Grandes profesores, gran poetisa, buenos amigos que hace pocos años vimos en su recoleta Pontevedra y paseamos por sus calles sugerentes. Recordar que Aurora Vidal me indicó que conocía a un niño de 11 o 12 años que escribía muy bien. Lo conocí y se convirtió en un gran periodista icodense y canario como es Vicente Pérez Luis.
Y en el apartado de la historia, destacar a tantas personas que han dedicado mucho de sus vidas a indagar en el pasado de sus poblaciones como mi recordado Ulpiano Pérez Barrios en Buenavista, Carlos Acosta García y José Velázquez Méndez en Garachico, José Pedro Pérez Pescoso en El Tanque, José Antonio Oramas Luis en San Juan de la Rambla, Cristóbal Barrios Rodríguez y su hijo Ruperto Barrrios Domínguez en La Guancha y aquí, en Icod, Juan Gómez Luis-Ravelo, Eduardo Espinosa de los Monteros y Moas y Estanislao González González. Gentes que han demostrado, con hechos, su amor a sus pueblos. Y remato con dos frases: “El pasado ha de ser inventado a cada hora para que el presente no se nos muera entre las manos” (del escritor mexicano, Carlos Fuentes) o “Lo pasado está por venir” (de mi hijo Carlos Salvador).
La relación de un guanchero con un icodero (aunque a ustedes les gusta más que les digan icodenses) siempre fue fluida y constante por la cercanía y por ser Icod cabeza de comarca. Nosotros, los guancheros, somos de “Los Altos”, esas islas desconocidas dentro de las islas, la tierra adentro, el interior, el campo ancho y largo, ignorado y menospreciado, exaltado sólo en la lírica de una literatura facilona, de un folklorismo interesado y que siempre ha necesitado “el levántate y anda” de una nueva hora. Eso significaba que éramos un pueblo alejado. Te decían ¿y tú de dónde eres? De La Guancha. Y eso ¿dónde está? ¡En las afueras de Madrid!, respondía yo con ironía. Eso cambió con los bailes y la actividad cultural del Casino y culminó con las Ferias donde fuimos conocidos en todas las islas.
Siempre alejados para los que “tienen el sartén por el mango y el mango también”, pues hay que decir que las carreteras –las esenciales vías de comunicación- no llegaron a La Guancha hasta el año 1931, ya en tiempos de la República, desde Icod que tardó 21 años en ser construida y la otra, hacia Los Realejos, en 1950. La primera partía desde el llamado El Empalme o El Entronque, después mi barrio de La Mancha. Hasta entonces no había transporte a Santa Cruz ni a Icod, pues la guagua, “la guanchera”, no llegó hasta el 18 de enero de 1950.
Sólo había un coche, el de Manuel “el del Correo”, un vehículo particular de marca Hudson, el nombre del río de Nueva York, y al que se debía avisar con tiempo algunos días antes y que podía lanzar cualquier exabrupto, pues no era muy simpático. El coche daba un solo viaje al día e iba a tope, con zonas compartidas en sitios distintos, Delante podían ir dos pasajeros más el chofer y detrás, unas ocho personas más. El volante era enorme, de madera, parecía una rueda de un coche actual. Incluso recuerdo que, subido a una especie de bordillos, los largos guardafangos que tenía el coche por cada lado, iba un hombre agarrado por el brazo a una ventana. Eso sí: estos pasajeros, dos o más, iban por fuera, en el exterior del vehículo, y tenían que bajarse antes de llegar al barrio de La Centinela, en la curva del puentito y ermita en lo alto, para no pasar de esta guisa delante del cuartel de la Guardia Civil. El coche llegaba hasta la zona de El Calvario y se quedaba en la fonda (una especie de lugar de hospedaje y comidas) llamada “La Fonda de Zoila” donde se echaban sus garbanzas, su carne con papas, pan y vino antes del regreso sobre las doce. La gente venía a Icod a comprar en sus tiendas y comercios, a los médicos (yo iba a un médico muy amable, Don Domingo, del que recuerdo su coche, un Ford, que era descapotable, para dos personas, como si fuera un deportivo de hoy), bancos, el juzgado, prestamistas, abogados, el notario, el telégrafo, imprenta, correos, talleres…
Mi relación con Icod antes de convertirme en maestro y periodista fue con la visita a las fiestas de niño en la que venía con mis padres (tengo una foto con siete años, yo de mano de mi padre frente a este mismo Centro Icodense, cuando el edificio estaba en el otro lado de la calle) y más tarde, como periodista deportivo, pues empecé en el semanario “Aire Libre” con 14 años a través de un campeonato juvenil de fútbol que dirigía Jesús “el de la Imprenta” (una alegría que sea esta misma imprenta la que hace la revista: un ejemplo de empresa) y que tuvo gran éxito. Ahí comencé mis primeros pinitos como periodista y después con las crónicas del Icodense en un estadio El Molino lleno de público.
Tampoco olvido el paso de tantos guancheros por el colegio de Bachillerato adscrito al Instituto de Santa Cruz con clases en el ex convento de San Francisco donde, al mismo tiempo, había instalaciones municipales con aquel enorme patio de madera. Nos traíamos el almuerzo, aunque más tarde comíamos en el restaurante Casa Gloria cerca de la parada de las guaguas. Por cierto, más de una vez tuvimos que regresar a La Guancha caminando debido a que nos escapaba la guagua. Eso hoy parece mentira… Más tarde los estudiantes guancheros se fueron a un colegio de Los Realejos y ahora las tornas han cambiado pues, a pesar de que Icod cuenta con formidables institutos, muchos jóvenes icodenses han ido a estudiar al de La Guancha. En este mismo Centro Icodense , presenté el libro sobre los 25 años del Instituto de La Guancha que es un referente educativo a nivel regional e incluso nacional.
Recuerdo las fiestas no sólo por las pequeñas atracciones para niños, el kiosko de la plaza, las procesiones y verbenas, sino por las llamadas Fiestas de Arte en el hoy Parque del Drago. Al pobre árbol- símbolo lo llenaban de un escenario lleno de tablones, clavos, maderas, luces, cables…mientras aparecía la cohorte de gobernadores de muchos yugos y pocas flechas (de futuro) que pululaban por Icod en los postreros días de septiembre en los que el Drago también, como la España de ellos, era una unidad de destino en lo universal, mientras un irónico Teide humano miraba, allá en lo alto, a un drago empequeñecido por las rimbombantes frases, tachin-tachin, de lo hispánico y lo mentirosamente histórico y llenaban de cartón piedra y cables al gigante vegetal que se avergonzaba de aquellos mandarines de tres al cuarto, poder sordo y analfabeto, palabras sin ningún eco, cuando el hambre no sólo era de cultura sino peor: de estómago. Trajes y más trajes de autoridades vestidas con la solemnidad del franquismo de azules y blancos, nada de rojo que llamaban encarnado, y Julio Arencibia Montesdeoca , el alcalde de seis mandatos, repartiendo abrazos con su constante sonrisa. Recuerdo las intervenciones de algunos mantenedores como el Padre Cué, la poetisa lagunera afincada en México Mercedes Pinto y madre de dos actores famosos en su tiempo como Gustavo y Rubén Rojo… y de algunos ministros franquistas como Licinio de la Fuente.
Pasaron los años y me convertí de aquí. No sólo por mi profesión sino porque mi recordado hermano Pepe se casó con mi cuñada Chita y formaron una familia de cuatro hijos, con la parentela de nietos y sobrinos. Porque yo también soy de aquí. En presente. Nunca en pasado. No puedo decir “he sido de aquí” porque seré siempre de aquí. En La Mancha, mi barrio de Icod, si no fui el más, sí uno de los más felices hombres de este planeta que era azul, con mis queridos hijos Carlos Salvador y Beatriz que se nos fueron en la primavera de sus 27 y 25 años (dice el Premio Nóbel, José Saramago, que “casos hubo en que ni el dolor cansa ni el tiempo pasa”) aprendiendo y jugando, Aurora cuidando sus 400 cactus frente al Teide y el Atlántico y los dos amando y trabajando en una escuela pública plena de acuerdos. Este barrio ha sido mi casa, mi hogar, mi luz, mi calor, mi mañana (ventana abierta con el Teide, al fondo), mi sol, mi azul de mar cercano, mi tierra…en una palabra. Tierra metida entre los pliegues de un corazón agradecido.
Mis 19 años a pie de tiza, de pizarra, de esfuerzo diario-algo más que un grano en la playa de la vida- me hacen ya de aquí. Maravillosa vida con mi mujer, mis inolvidables hijos, sus amigos, mis compañeros maestros como aquel Adelmín que fue como un hermano, y otros, como Luchy e Israel, Domingo y Toña, Alfredo, Ángeles, Menchu…mis vecinos, mis alumnos, serán para siempre, para ese “después del después”, para esa realidad intangible que es la eternidad, carne de mi carne, corazón sin heridas, agradecimiento sincero a tanta colaboración, tanta amistad, tanta comprensión que dejaron en la impronta de mi alma. Yo conozco este paisaje. Yo he pisado sus huertas y caminado sus caminos. Yo he mirado al Atlántico, que nos envuelve, desde sus acantilados cercanos. Yo he contemplado al Teide desde el singular mirador de un barrio que parece acercarse a esa mezcla de belleza –esperemos que inmaculada- que es el verde y frondoso monte y el telón de fondo del volcán señero de las islas.
Pero lo importante aquí son sus gentes, el contacto con sus gentes. Niños, hombres y mujeres que siempre me ofrecieron – me ofrecen- el pan sagrado de la amistad, el respeto bien intencionado, el calor humano de la solidaridad cuando hizo falta. Gentes que conozco y a las que procuré dar, desde mi amada profesión de maestro, la carga ilusionante de la educación, eso tan distinto de la instrucción porque instruir, amaestrar se puede hacer con un loro, con un perro, con un mono, pero educar es algo más complejo, más difícil, más complicado. Procuré que cada alumno no fuera un número en lista- al principio hasta 44 niños por aula- sino un ser humano, con sus virtudes y defectos, con sus pequeños problemas y sus grandes inquietudes. Alumnos y padres en buena unión llegando a la meta final-unos mejor, otros peor, según sus distintas capacidades- del premio de una educación abierta, responsable y constante, de día a día, de horas y horas, buscando que las ramas del árbol de la vida no salieran torcidas, sino rectas hacia el sol de una juventud diferente.
Y eso es lo que pido para el futuro de este barrio y para Icod todo, especialmente para los niños y jóvenes, en un mundo distinto que no debe ser distante y donde algunos caballos del Apocalipsis –alcohol, redes sociales, tabaco, drogas, fiebre del sábado noche, botellones, indiferencia- corren desbocados hacia metas no deseadas y donde la palabra “aburrimiento” – siempre lo decía en la escuela : nunca me he aburrido- debe ser desterrada de la existencia y otras como libertinaje (que no la imprescindible libertad) , egoísmo (yo, yo, yo: y siempre yo) ,insolidaridad, deben ser enterradas en el arcón de los malos recuerdos y brotar como flores en primavera después de un invierno lluvioso y aparecer los conceptos del respeto común, de no pensar sólo en mí sino en los demás, del amor a la Naturaleza, del bien de todos para todos. Consejos de veterano maestro, que no viejo, pues la juventud está en la mente y no en las piernas… y “es posible luchar con la vida en contra”. Si lo sabré yo que lo peor que me puede pasar ya me pasado. Es la vida al revés: el futuro llegó primero que el pasado. Lo único claro de la vida es la propia vida. Y con la entereza como bandera y con la amistad como abrigo para tantas noches de frío y de preguntas sin respuestas, hay que seguir. El problema es tan grande que no tengo problemas. ¡Qué todo lo cambia un segundo!
Eso sí tengo que decir que Icod casco tuvo, en aquel tiempo, un cierto tufillo a centralismo rancio con aquello de “los playeros”, “los vegueros”, “los del Empalme” …Pero, ojo, hay que comparar. Miren a nuestros pueblos cercanos, a los vecinos de aquí y de allá y dense cuenta de que aquí siempre ha habido clases sociales: ricos y pobres, dueños y asalariados, gente que mira por encima del hombro a sus barrios, lo viví y lo vivieron mis hijos en Icod que parecían decir que “los del casco” somos especiales. Y eso yo lo he palpado en mis propias carnes por mi profesión de maestro y siempre con la idea de romper la cuerda que ata al centralismo cuando deberían estar todos en pie de igualdad, sin ser mejores ni peores: iguales con esa maravillosa tabla rasa de la confraternidad, el “yo y el tú”, “los dos, nosotros”.
Con lo de guancheros, sin comillas, tengo que recordar la anécdota de cuando la murga más importante del Carnaval icodense me hizo una canción en plan despreciativo afirmando que yo sólo escribía de La Guancha en el periódico, cosa incierta pues yo tenía controlado lo que publicaba de cada población de forma mensual y anual y aunque mi pueblo de nacimiento estaba en su Edad del Oro de realizaciones con Pepe Grillo como alcalde, de quien publicaba más, en todo el Norte, era de Icod y de sus plenos y actividades. Recuerdo el sofoco en la calle de Don Enrique González Martín, que fue director del colegio de La Guancha y de Icod y por cierto profesor de Carmelo Méndez. Me lo tomé con enfado, pero con serenidad y fui a la presentación de la murga en la plaza de Icod y en primera fila. Recuerdo que la murga recogió velas y me pidió perdón: incluso al año siguiente les hice una entrevista en el periódico asistiendo a los ensayos y me pidieron que les escribiera el prólogo del programa. Y así fue. Pelillos a la mar, pero demostración del centralismo del casco.
En La Mancha se crearon las páginas del Norte y del Sur de los periódicos. Antes no existían y mi constante labor como periodista después del horario escolar (de 9 a 12 de la mañana y de 2 a 4 de la tarde) significó que pidiera que se hiciesen por ser hombre de tierra adentro y conocer todo el territorio de Tacoronte a Buenavista.
De Icod puedo hablar largo y tendido. Muchos hechos destacados en la historia del municipio, desde ver pasear y oír hablar a Tierno Galván, el ministro de Justicia Fernando Ledesma, José Prat (coincidió con el primer gran incendio forestal del 24 de septiembre de 1983 con sus 6822 hectáreas con siete municipios desde Los Realejos a Santiago del Teide y que viví como periodista y como maestro con las clases suspendida. A no olvidar al gobernador civil Eligio Hernández dirigiendo desde Las Canalitas los trabajos del terrible incendio con una imagen imborrable del Teide y el monte), mis curiosas preguntas a Camilo José Cela en acto que la lluvia hizo pasar de la plaza al cine, Rafael Alberti recordando los dragos del puerto de Cádiz y admirado ante el Drago Milenario, César Manrique con muchas entrevistas en mi vida periodística y que estuvo tres días en La Guancha por una campaña de pintura, el presidente de Venezuela Rafael Caldera, el arbolista de fama mundial Kenneth Allen que abrió el camino para cuidar el Drago… y así un largo recorrido de informaciones, crónicas, entrevistas y reportajes.
Pero empecemos con los datos: las primeras elecciones municipales fueron un 3 de abril de 1979, 48 años después del 14 de abril de 1931 cuando llegó la Segunda República española y el exilio del rey Alfonso XIII. Y ellos, los miembros de Asamblea Icodense, constituyeron una de las sorpresas de la primera noche electoral municipal. Como césares romanos revividos llegaron, vieron y vencieron. La primera oleada de jóvenes llegados a la política y que dejaron atrás los franquistas tiempos del dedazo, alcalde elegido con duración indefinida por el poncio de turno, aquellos gobernadores civiles (y Jefes Provinciales del Movimiento- Quieto), godos de medio pelo que llamaron gomeranos a los gomeros y exigían más producción anual a cada plantón de platanera. Eran tiempos casi desconocidos, tiempos julioarencibianos, para unos casi imberbes miembros de Asamblea Icodense que con el zurrón del progresismo a cuestas querían gofio para todos. En aquella noche icodense de hace 25 años, ellos dieron el campanazo y surgieron por la piel de la isla las asombradas preguntas de rigor: ¿quiénes son?, ¿de dónde vienen?, ¿qué piensan?, ¿son de derechas o de izquierdas? y yo prudente, en la redacción del periódico, contestando lo poco que sabía, mientras otros, alguno, se convirtió en cronista de loas y elogios y, más tarde, fustigador impulsivo y compulsivo casi sin dejar respirar a los pocos meses.
Y uno haciendo auténtica información, con igualdad para todos los candidatos en preguntas y espacio (algo histórico: nunca hecho después), con sacrificio personal y familiar, entrevistaba uno a uno, foto incluida, a todos los candidatos desde Guía de Isora a Tacoronte, unos cincuenta, con las primeras entrevistas (de su vida) de personajes de la talla política del portuense Paco Afonso o el sauzalero Paulino Rivero por poner uno de cada partido. En Icod eran cinco candidaturas para elegir 21 concejales en un censo electoral de 17468 votantes en un municipio de 26120 habitantes (en 2020 eran 23.316 o sea 2.804 menos que en 1979). Los muchos años de desidia y abandono podrían ser el detonante para un cambio que se palpaba, se sentía en el aire icodense, pero pocos, visto el cariz de las elecciones generales, con 5343 votos de UCD de 7852 votantes, lo pensaban.
Una gente que llegaba con ilusión y esperanza a unos ayuntamientos con las arcas vacías, casi con telarañas, porque nadie pagaba (las ordenanzas fiscales se revisaron 36 años después, en un pleno de cuatro horas y media) y el reparto de la Carta Municipal seguía siendo cosa de Santa Cruz (dos pesetas para un habitante de la capital que recibían el 60 % y un 0,57, el 40 % para el resto de la isla) en una evidente injusticia distributiva o hacer más rico al que más tiene. Viví la llamada “Rebelión de los alcaldes” con integrantes de todos los partidos con reuniones por toda la isla y la sorprendente visita a Madrid, al Ministerio de Hacienda en la calle de Alcalá, con el alcalde de La Laguna, Pedro González, al frente. Yo era el enviado especial de El Día, el único periodista, y la buena anécdota fue que el alcalde del Puerto de la Cruz, Paco Afonso, me nombró “Alcalde de Punta Brava”. Y así entré y me enteré de todo.
Lo de Icod fue de traca. Yo había creado una sección en El Día que se llamaba “Los cien días de los alcaldes” y por allí pasaron todos. ¿Saben el titular de la entrevista con Carmelo Méndez en junio de 1979? “Ya tenemos los solares para el nuevo Hospital del Norte, en el barrio de Buen Paso”. ¿Cuántos años pasaron para inaugurarse el ansiado Hospital? Pues nada más y nada menos que 33 años, en julio de 2012.
Pronto se calentó el ambiente, la oposición hizo acto de presencia y la norma no escrita de dejar hacer, dejar pasar “los cien primeros días”, quedaron en nada pues el pleno del 31 de mayo amaneció con polémica. Muchos nombres guanches para las calles y el respaldo del portavoz de UCD, señor Martínez de la Peña, de despolitizar, porque “sí sólo tenemos nombres prehistóricos que poner, entonces todos nuestros antepasados fueron unos becerros en más de 400 años de la historia de la ciudad”. El mes de junio fue de continuos sobresaltos porque una moción conjunta de UCD y PSOE (lo insólito en dos partidos rivales) revocó el nombre de las calles en una sesión plenaria desbordada de público. Y es que en los primeros tiempos los ciudadanos participaban, con su presencia, en los plenos mientras alcalde y concejales salían a dar la cara fuera del recinto del Ayuntamiento. Con plena luz y taquígrafos se enfrentaban en debates y mesas redondas a los problemas de la gente cara a cara y sin intermediarios por medio. En el barrio de La Mancha y dentro del programa de sus fiestas y en una Semana Cultural que organizamos entre varios, se celebró una mesa redonda con ocho alcaldes del Norte.
A la pregunta a Carmelo Méndez en mi entrevista de cómo encontró el ayuntamiento responde que “con un funcionamiento sólo burocrático, de puertas adentro. Cuestión económica mala, 64 millones de pesetas para cerca de 30 mil habitantes, un 90% para los funcionarios y un cajón lleno de expedientes no ejecutados”. Decía “Icod es difícil de gobernar por una gran gama de corrientes políticas y su dispersión poblacional; la desesperanza viene de la negligencia de anteriores corporaciones que vivían de espaldas al pueblo; a los plenos sólo asistían el alcalde y dos concejales; me considero de izquierdas, vengo de la clase obrera, pues procedo de una familia campesina y trabajadora”. Uno le pregunta de cómo compagina su fama de buena persona con un municipio tan problemático y responde: “En política parece que se necesita una postura más rígida y firme pero no va con mi carácter, pero no se me confunda, pues sé tomar medidas drásticas cuando el caso lo requiere”. Seguía el calor en los plenos y como un Guadiana municipal volvían a aparecer los nombres de las calles. Ahora serían nombres aborígenes, de plantas canarias, de vírgenes y lugares y la avenida del General Franco pasaba a mejor vida y se llamaría 25 de abril, la plaza de Calvo Sotelo volvía a ser la de La Pila y desaparecían los generales Mola y Dolla (este último el gran carnicero de la Guerra Civil en la isla).
En los plenos y en el trabajo muchos integrantes de Asamblea Icodense poniendo orden y ardua labor, echando a caminar una derruida maquinaria municipal, engrasando los ejes de una carreta casi sin ruedas. Cada uno a su estilo, cada uno con su talante, pero arrimando el hombro en un edificio que pasó de la quietud y la soledad del corredor de fondo a una colmena frenética, de múltiples abejas, que libaban la miel del esfuerzo colectivo. Meme y Estanislao echaban cuentas y hacían precisiones o se enfrascaban – caso de un joven y explosivo Estanislao González – en innumerables controversias, vía pleno, con su oponente preferido: un Nicomedes Gómez Pimentel en alza que se convertía en personaje predilecto de mis crónicas periodísticas porque aportaba sal y sabor, ironía y cierta templanza de hombre curtido en distintas batallas. Épicas discusiones y el maestro de ceremonias, allá en el alto del estrado, el sereno Carmelo, poniendo orden y cordura, aunque la sangre no llegó a ningún río-barranco y los dos grandes actores de una película de sesión continua se hacían, al final, guiños de complicidad, alguna palmadita en la espalda y otra vez los cuchillos afilados.
Pero había muchos más personajes. Unos dando la cara y otros en la trastienda. Un silense, que no silente, Víctor (ya en la otra orilla del recuerdo) era el duro de la película, jugaba el papel de Alfonso Guerra y decía noes para no gastar al actor principal. Trabajaba y luchaba para echar al agua lo que todavía era lancha playera y no creía que “el buen paño en el arca se vende” y ofrecía información y diálogo, mientras Toño, con brisa marina en su rostro, cada día se expresaba mejor y jugaba un papel esencial en una ciudad patas arriba. Monchi, Alberto Ramón, con su aspecto de galán de cine español (él tan aficionado al teatro) o de telenovela ponía su nota laboriosa y muchos otros, dentro de la corporación y fuera de ella, en una agrupación que se iba convirtiendo en esquema de unidad, concha cerrada, cuando eran atacados. Y allá arriba, el bueno de la película, el dios – Carmelo (como en la frase del vasco Benegas sobre Felipe González). Intocable, intocado, tapado, resguardado hasta que la oposición fue a por èl…
Y ya el 29 de noviembre de 1979 titulaba en El Día: “Pleno conflictivo: mucho ruido y muchas nueces” y el subtítulo: “Comisión investigadora y vías legales por una obra clandestina y ocupación de vivienda”. Sesión plenaria de cuatro horas y media, lleno hasta la bandera y mis impresiones: “La sangre casi llegó al río de la discordia y en muchos momentos lo personal pasó a primer plano”. No pasaron de darse leña y al final un Carmelo Méndez que afirmó rotundo: “Aquí no hay vencedores ni vencidos y sí un único perdedor: el pueblo de Icod”.
No fue frase epitafio porque la oposición se equivocó machacando al dios- Carmelo, ya que las defensas le llegaron de los cuatro puntos cardinales y por tres veces sacó mayoría absoluta con doce años de alcalde y ocho, de consejero de Cabildo. Mientras Asamblea Icodense se integraba en el PSOE en agosto de 1982 y se apuntaba al cambio, demostrando que su cantado progresismo no había pasado de página, aunque recibieran cantos de sirena nacionalistas que los querían llevar a su huerto.
Y dejen que les diga algo: al igual que los palmeros deben continuar, nosotros, Aurora y yo, hemos seguido “a pesar de la vida en contra” en el camino de la educación y la cultura con la Fundación Canaria Carlos Salvador y Beatriz, nuestros hijos siempre “que nos siguen dando fuerzas para hacer lo imposible: vivir”. Desde el año 2006, la Fundación, que es una “entidad sin fines lucrativos”, no ha parado de hacer cosas haciendo presente la frase de Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”. Desde las ayudas a alumnos de los institutos de Canarias en número de más de 600 con un presupuesto de más de 132 mil euros para 40 municipios (muchas en Icod) y más de 60 centros. Hemos construido escuelas en Paraguay (inauguradas con dos ministros y nuestra asistencia, pero ojo, pagándonos el viaje, hotel y comida), otra, en Perú, cerca de 90 entregas de material escolar a cuatro países americanos, mobiliario a dos escuelas, Jornadas Médicas en Perú, becas a indígenas en Paraguay, Premio de Investigación 2014 sobre galerías de agua, Trabajo de Investigación 2016, en convenio con el Ayuntamiento de La Guancha, sobre el Grupo Juvenil Agrario, publicación de varios libros (entre ellos los tres póstumos de nuestro hijo Carlos Salvador) y muchas actividades educativas y culturales. En 2019 y a través de una enfermera guanchera, hemos construido un pozo de agua potable para un centro escolar de Gambia y con presupuesto de más de 3000 euros. ¿Cómo lo logramos? Con nuestro trabajo, sin empleados, las aportaciones de socios y la ayuda anual de la Caixa con 2000 euros. Y es que creemos en la frase del escritor uruguayo Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”.
Por ello he aprendido a ser guanchero universal – de todas las patrias y de todos los aires- y siempre a cuestas con la frase del poeta portugués Fernando Pessoa y lema de mi vida: “Pon todo lo que eres en lo mínimo que hagas”.
Gracias y deseo lo mejor para Icod donde tan feliz he sido. Adelante el Ayuntamiento con estos proyectos sobre el patrimonio de una ciudad tan rica de pasado y la mayor enhorabuena a José Fernando Díaz Medina, el gran impulsor, el capitán de este barco con camino hacia al futuro desde el ayer. Punto y seguido siempre…