PLANETA CANARIO
El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ha dedicado la plaza de Nuestra Señora de La Luz, ubicada en La Isleta, al poeta y escritor grancanario Arturo Maccanti Rodríguez, considerado uno de los escritores más importantes del Archipiélago, ganador del Premio Canarias de Literatura en 2003 y miembro de la Academia Canaria de la Lengua.
Este espacio público mantendrá su actual nombre religioso, pero en su señalética aparecerá consignado, bajo el nombre de la plaza, que el lugar está dedicado a este poeta, nacido en la capital grancanaria en 1934 y fallecido en 2014 en La Laguna.
El concejal del Distrito Isleta-Puerto-Guanarteme, Luis Zamorano, presidió este viernes, 20 de noviembre, un acto en homenaje de un poeta que forma parte de la historia de la playa de Las Canteras y de toda la ciudad, un acontecimiento en el que estuvieron presentes familiares y allegados del artista.
La nueva nominación de la plaza fue aprobada por el Consejo Sectorial de la Cultura de Las Palmas de Gran Canaria en 2018.
Para la Academia Canaria de la Lengua, Maccanti es uno de los nombres más destacados de la poesía canaria contemporánea, representa dentro de la generación del mediosiglo una voz personal e intensa que a lo largo de un rico y diverso itinerario ha sabido mantenerse siempre fiel al mundo de la vida interior y a la expresión del sentimiento del tiempo.
El poeta era hijo de padre italiano y madre de familia portuguesa, llegados a la isla pocos años antes. En 1951 comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de La Laguna. En 1955 renunció a la nacionalidad italiana y obtuvo la española. Ese mismo año publicó sus primeros poemas en la revista universitaria Nosotros.
En los años siguientes aparecieron nuevas muestras de su escritura en la revista Gánigo (desde 1957), en los pliegos de San Borondón (1958), en el suplemento Gaceta semanal de las artes del diario La Tarde, de Santa Cruz de Tenerife (desde 1958), y en el suplemento Cartel de Diario de Las Palmas (desde 1963). En 1959 la colección «Poesía» de la revista universitaria Nosotros publicó su plaquette Poemas, que recogía seis sonetos. Una nueva entrega, también muy breve, titulada El corazón en el tiempo, vio la luz en 1963 en la colección «La fuente que mana y corre», de Las Palmas, colección en cuya edición colaboró Maccanti con Manuel González Sosa y Antonio García Ysábal.
Tras un curso en la Universidad de Salamanca, Maccanti terminó la carrera de Derecho en La Laguna. Se casó en Tenerife y fijó su residencia en esta isla. En 1964 participó en el Recital de Poesía Canaria realizado en el Colegio Mayor Universitario San Agustín, en La Laguna. En 1967 publicó su primer libro. En 1968 falleció en Madrid su hijo Hugo.
En los años de 1972 a 1974 residió en Madrid, donde colaboró con Taller de Ediciones JB, empresa dirigida por Manuel Padorno. Regresó luego a Tenerife. En 1977 publicó De una fiesta oscura, en la colección «Paloma atlántica» de Taller Ediciones JB. A esta plaquete siguieron Cantar en el ansia (1982), No es más que sombra (1995), Viajero insomne (2000), Óxidos (2003), El volcán y la isla (2003), El mar (Una elegía) (2003) y Helor (2005).
Ha sido notable su labor de traducción, especialmente de poetas italianos. En 1985 fue incluido en la antología Chile en el corazón, editada en Barcelona. En 1986 la obra poética publicada por Maccanti hasta entonces fue objeto de un detenido estudio de Miguel Martinón en su libro La poesía canaria del mediosiglo. Recibió el Premio Canarias de Literatura en 2003.
En 2005 el conjunto de su obra quedó reunido en el volumen Vivir sobre la vida, en edición preparada por Alejandro Krawietz. Este volumen incluye sendos trabajos críticos sobre la poesía de Maccanti debidos al propio Alejandro Krawietz y a Jorge Rodríguez Padrón, Alejandro Rodríguez-Refojo y Francisco León. En 2005 apareció un nuevo libro de poemas: Helor. En 2010 se reeditó el volumen recopilatorio Vivir sobre la vida, ahora solo con prólogo de Jorge Rodríguez Padrón. Falleció a los 80 años en 2014.
ALGUNOS POEMAS DE MACCANTI
DEL LIBRO NO ES MÁS QUE SOMBRA
PARA MÚSICA
Si tuvieras un rostro
como el agua,
cuerpo como la tierra,
raíces como el árbol.
Si tuvieras
sangre como la vida,
alas como los pájaros,
o un corazón que fuese
compasivo.
Si tuvieras el peso
de la nube,
o pudiera apresarte
entre las manos
y ponerle fronteras
a tu reino,
vasta muerte sin forma.
DEL LIBRO EL CORAZÓN EN EL TIEMPO
TEMBLANDO ENTRE MI SANGRE
Todo fue necesario. Estoy de acuerdo
en vivir y morir. Nada se vuelve
atrás, nada se vuelve, ni nosotros;
y me queda tan poco de aquel tiempo,
cavó tanto el olvido en la memoria,
que apenas unas tardes amarillas,
ciertas piedras oscuras, mi tristeza,
el desvaído azul de un sueño niño,
he podido salvar de mi pasado.
Rostros que me borraron de los ojos
los lentos y sombríos pleamares,
y algunos pormenores de septiembre
junto con otras nubes que no digo,
por no tocar la herida todavía
viva de aquella edad maravillosa.
Edad en que lo mismo fue nacer
y ver el mar allí como esperando
el borbotón de vida que era uno
sobre la arena intacta de la orilla.
Por eso, si me pongo a recordarme,
oigo llorar a un niño silencioso
y un vuelo de gaviotas mañaneras,
cuando niño y gaviotas asistieron
al milagro inefable de la luz.
Y comprendo que nada ocurrió en vano
si un ala del recuerdo se me entra
de rondón en la vida alguna vez
por los callados túneles del alma
levantando un rumor de soledad,
hojas caídas, penas, días felices,
para marcharse luego como vino…
Por eso, si me pongo a recordarme,
oigo un lejano temporal de rosas
asolando los huertos de mi infancia.
Y aunque llore por todo lo que ha muerto,
comprendo que también fue necesario
que todo se perdiese, para un día
—distante de aquel tiempo irrepetible—
recogerlo temblando entre mi sangre.
DEL LIBRO HELOR