PABLO ZURITA ESPINOSA
Ingeniero agrónomo
En nuestras islas, en áreas urbanas, se estilaba criar una cabra en la azotea hasta bien entrado el siglo XX, una cabra para la leche y unas gallinas para los huevos. Hoy en día eso no ocurre. En defensa de la cabra y de los vecinos, la sociedad ‒la clase política que nos gobierna‒ dispuso normas para el bienestar animal y para la convivencia pacífica de los vecinos.
Quizás dentro de cien años alguien relate el fenómeno de la vivienda vacacional en los mismos términos que la circunstancia referida en el párrafo anterior, con equivalente exposición, justificación ‒que la tenía‒ y desenlace.
Lo hemos probado, hemos tenido cabras en la azotea, con claras ventajas para una alimentación saludable, lácteos del campo a la mesa con solo bajar un tramo de escalera, con total garantía, que al animalito se le atendía como a un miembro más de la familia. No creo que sea necesario explicar por qué se prohibió esa actividad.
La turistificación y la gentrificación ya ha pasado la fase de prueba. Las consecuencias negativas para la idiosincrasia de las ciudades afectadas y su población local están siendo expuestas por los afectados, sale en las noticias todos los días. Escuche y saque usted sus propias conclusiones.
Como humanidad probamos a escala real la esclavitud, el absolutismo, el comunismo, el fascismo, el machismo, la desregulación financiera, el tabaco, los fitosanitarios organoclorados, el amianto, los CFCs, la gasolina con plomo, todo con lamentables resultados. Prueba y error. Lo que sucede en Venecia o en Barcelona es irrefutable.
Los turistas a los hoteles, apartahoteles, hostales, albergues y pensiones. Y ya. Retorcer el sentido común o negar los resultados empíricos traerá más consecuencias negativas.
Poder explotar turísticamente cualquier inmueble está en el origen del problema de acceso a la vivienda residencial ‒por falta de disponibilidad y precio‒.
Permitir participar en el mercado inmobiliario ‒en la compra venta de vivienda usada y con parques para arrendamiento‒ a grandes tenedores, empresas y fondos de inversión facilita la especulación y distorsiona los precios del sano mecanismo de la oferta y la demanda, en evidente asimetría con el ciudadano de a pie, que es quien ostenta, por cierto, el derecho constitucional a disfrutar de una vivienda digna.
Por resumir, sí, lo entendió bien, hablo de dos acciones: prohibir la vivienda turística y sacar a los grandes operadores de la actividad inmobiliaria residencial que no sea la promoción, construcción y su primera venta. Bajar las cabras de la azotea fue una decisión acertada.
Y una última reflexión por dar respuesta a quienes defienden la vivienda vacacional como «la solución de los pobres» para ejercer el «derecho» a hacer turismo:
Primero, hacer turismo no es un derecho, disfrutar de una vivienda sí.
Segundo, llegar a un destino masificado es malo para todos, para los que viajan caro y para los que viajan barato, pierde su esencia, McDonald’s homogeniza culturas.
Tercero, en la vida nos marcamos metas, que alcanzamos o no, ahorramos, soñamos con un viaje algún día, una experiencia que querríamos que no nos defraude.
Cuarto, para hacer turismo tenemos excelentes hoteles, apartahoteles, hostales, albergues y pensiones, de todos los precios y calidades, en estupendas zonas turísticas con servicios y oferta de ocio para desconectar de la vida cotidiana, apta para todos los públicos.
Quinto, cuidemos de nuestros pueblos y ciudades.
BLOG DEL AUTOR: https://pablozurita.blogspot.com/