VICENTE PÉREZ
Entre finales de los años 50 hasta principios de los 70 del pasado siglo, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife expulsó y expropió en los antiguos barrios costeros de El Cabo y Los Llanos a unas 800 familias, que fueron realojadas en el extrarradio de la ciudad a pesar de que la planificación inicial eran darles una casa en una zona céntrica, no lejos del entorno que había sido su hogar.
«Así estaba previsto en la primera formulación del plan parcial, pero eso se fue olvidando y el final se las trasladó a la periferia, en un proceso al que hubo vecinos que ofrecieron resistencia, entre ellos la cofradía de pescadores que reivindicó quedarse en la misma zona», sostiene la profesora de Goegrafía Humana de la Universidad de La Laguna Luz Marina Herrera, quien ofreció una charla en el estreno de las Tertulias de Barrio organizada por la Asociación Cultural Salvemos la Historia, formada por colectivos de los barrios de El Cabo, Los Llanos, San Sebastián y Cuatro Torres.
La geógrafa considera que lo ocurrido supuso «una desposesión del espacio de vida de esos vecinos» con aquel plan urbanístico de 1958 para la avenida marítima y su entorno adyacente, pues fueron realojados en viviendas muy lejos de allí, en urbanizaciones nuevas construidas en San Pío X, La Salud, Cuesta Piedra, Somosierra, Santa Clara, Juan XXII, Ofra y Chimisay.
«Para ellos esa nueva vivienda era una mejora, aunque en los nuevos barrios de la periferia no había al principio servicios, ni empleo ni buen transporte público, pero había un potente sentimiento de pérdida del lugar original, que ha pervidido durante más de 50 años, y de ahí que muchos reivindiquen lo que consideran su espacio como llaneros en actos simbólicos de reapropiación de su antiguo barrio, como es la fiesta de la Virgen de Regla», explica la investigadora de la ULL.
Ese megaplan nunca llegó a completarse del todo porque el Ayuntamiento no dispuso recursos para ello, pero las cifras aún asombran, 60 años después: 500 edificios expropiados, el 5% de la ciudad, que incluían a 1.200 famlias y 5.500 habitantes, que suponían el 8% de los hogares de Santa Cruz, y 264 negocios, y todo ello en un área equivalente a 40 campos de fútbol.
La zona afectada fue sobre todo la de El Cabo y Los Llanos (lo que hoy se denomina Cabo-Llanos), donde había sobre todo casas terreras y ciudadelas, en un ambiente deteriorado. Tres cuartas partes de aquella población vivía en inmuebles alquilados, y «unos pocos propietarios tenían gran cantidad de viviendas». En el barrio de La Concepción, núcleo fundacional de la ciudad, había una clase más acomodada, como demuestra que allí hubiera algunas mansiones.
Un barrio de obreros y pescadores
En esa zona costera de la ciudad había por entonces una fábrica de salazones, otra de jabón y la refinería, cuyo oleoducto llegaba hasta al antiguo muelle de El Cabo. Por allí pasaban los camiones hacia el basurero municipal, que acabaría formando una gran montaña de residuos enterranos, luego reconvertido en lo que hoy se conoce como El Palmétum, un jardín de palmeras.
El barrio llanense albergaba a la casi totalidad de los trabajadores del puerto y a obreros industriales y de la construcción y jornaleros, a un pequeño grupo de empelados de las oficinas consignatarias o del comercio minorista, así como a artesanos y pescadores.
A fines de la década de los 50, el gobierno municipal se había decidido a impulsar el turismo y el comerio, y para ello había ideado reorganizar la ciudad, sustituyendo los barrios del litoral.
Herrera afirma que de la resistencia de algunos vecinos al realojo «no hay constancia escrita en la prensa, pero se sabe, por testimonios orales, que un grupo acudió hasta el Ayuntamiento para pedir que los reubicaran en las proximidades». Entre ellos estaban los pescadores, porque «un buen número» de ellos «perdieron su fuente de sustento, y sólo les quedó el muelle de la Hondura» para su actividad pecuaria.
La geógrafa observa que también “se dislocó” el tejido asociativo de Los Llanos, pues había un equipo de fútbol y una sociedad (la de Regla)
Del desalojo a la especulación urbanística
Producido el desalojo, la zona desde La Concepción, El Cabo y Los Llanos se fue degradando, sin comercio y sin vida, hasta que se produce la llamada gentrificación, es decir, la sustitución de los antiguos barrios populares por nuevos de clase media, añade la especialista.
Fue así como se llega al Plan General de 1992, que “significó que en todo ese sector urbano se generó una activa dinánima inmobiliaria, que incluyó el convenio del Ayuntamiento con Cepsa para urbanizar terrenos de la refinería y se construyeron edificios elevados por parte de grandes promotoras nacionales”. Se convertiría, de hecho, en la conocida como milla de oro de Santa Cruz, el lugar con precios de suelo más caros hasta que estalló la burbuja inmobiliaria en 2007.
En lo que quedó del añejo barrio de La Concepción, tras destruirse una parte próxima al mar, el Ayuntamiento peatonalizó calles y restauró algunas fachadas históricas, a través del Plan Urban, con fondos europeos. Pero en el resto de la zona, según pone de relieve Herrera, “la nueva arquitectura ya no tuvo conexión con el pasado”.
Llegados al final de esta historia, queda como conclusión que “la vida de esos vecinos expulsados y expropiados, y de esos antiguos barrios, quedó oculta al resto de los habitantes de la ciudad, pues los santacruceros no conocen hoy día qué pasó con esas personas, que se siguen reivindicando de aquel lugar de Santa Cruz, resistiéndose al olvido”. “Eso demuestra la importancia de un espacio y del sentido de pertenecencia a ese lugar para las pesonas que lo habitan”, apostilla esta estudiosa de aquel Santa Cruz que ya solo existe en la memoria.