RUBÉN EXPÓSITO
Uno de los lugares especiales de la costa de Tenerife. No fue hasta el siglo XIX cuando se hizo evidente la necesidad de analizar todos los restos arqueológicos como fuente documental esencial para conocer la tecnología, economía, modelo social o creencias de los primeros habitantes del Archipiélago. Investigadores como Sabino Berthelot o Juan Bethencourt Alfonso contribuyeron a impulsar esta idea. Un lugar importante donde se constataron las posibilidades que ofrecían estos restos arqueológicos fue el barranco de Agua de Dios-Tejina Milán y Valle de Guerra, de donde se extrajeron una gran cantidad de restos que pasaron a engrosar muchas colecciones privadas y públicas. El expolio es incalculable pero se guardan una cantidad importante de piezas en manos públicas.
En la década de los cuarenta del siglo pasado, cuando la investigación arqueológica ponía el foco sistemáticamente en los restos arqueológicos existentes en Tejina y Valle de Guerra, entre los años 1944 y 1947, Luis Diego Cuscoy realizó diversas intervenciones en toda la zona, descubriendo una vez más su riqueza arqueológica: sus excavaciones entre la costa de Tacoronte y Valle de Guerra, en el barranco de Agua de Dios, así como en sus tramos de Tejina-Milán, revelaron la importancia de la comarca para entender los contextos sociales, especialmente los funerarios y domésticos de los guanches.
En décadas posteriores, Cuscoy expuso sus propias conclusiones sobre el asentamiento del pueblo guanche en la zona noreste de Tenerife, y posteriormente a sus investigaciones, han tenido lugar diversos trabajos técnicos de recopilación de información arqueológica y patrimonial, entre la que destaca la excavación en 1985 de la cueva de El Calabazo, en la costa de La Barranquera, la declaración como BIC en 2005 de esta misma zona y la prospección arqueológica del Barranco de Tejina-Milán.
La Zona Arqueológica se localiza sobre un acantilado costero, extendiéndose desde el nivel del mar hasta una cota que oscila desde los 25 hasta los 70 metros sobre el nivel mar, al oeste del núcleo de viviendas de La Barranquera, entre el barranco del Tanque y el de Chamorro, en la costa de Valle Guerra. Se distinguen dos grandes sectores separados por el promontorio de la Punta del Jurado, que se adentra en el mar.
Desde el punto de vista geomorfológico, el área es un enorme conglomerado de coladas basálticas. A lo largo del acantilado, la erosión ha abierto numerosas cuevas y oquedades en varios estratos, propiciando la proliferación de cavidades que fueron utilizadas por la población prehistórica de la isla como recintos habitacionales o nichos funerarios. La zona costera al completo, por su gran apertura al mar, fue un enclave idílico para la comunidad aborigen.
Los valores naturales singulares de este lugar son excepcionales, donde la vegetación dominante se caracteriza por el tabaibal-cardonal. Sobresalen las tabaibas dulces (Euphorbia balsamifera), el cardón (Euphorbia canariensis), el cornical (Periploca laevigata), el tarajal (Tamarix canariensis), así como un rico catálogo de especies que acompañan a matorrales.
Las masas de tarajales alcanzan en algunos puntos una enorme densidad y se sospecha que alberguen vestigios arqueológicos que no han podido ser documentados por las dificultades propias del terreno. La enorme y alargada rasa marina, al descubierto durante la bajamar, propicia que se encuentre una riqueza faunística de gran esplendor.
Las principales unidades arqueológicas documentadas
Un conjunto de cuevas sepulcrales abiertas en los abruptos márgenes del Barranco del Horno, conservan vestigios óseos, malacológicos y cerámicos en superficie, así como algo de relleno estratigráfico en algunas de ellas. Hacia la desembocadura, en la Playa del Roquillo, existen referencias de varias estructuras de superficie y restos de cabañas con material de la zona.
A unos 100 metros hacia el sur, también sobre la playa del Roquillo, existe un conjunto de cuevas habitacionales que ocupan diferentes andenes en ambos márgenes de un pequeño barranco que se adentra en la playa. Se registran algo más de una decena de cuevas naturales -alguna de ellas de grandes dimensiones-, con abundantes vestigios materiales en superficie y signos evidentes de reutilización. En sus proximidades, y en dirección sur, aparece alguna cueva de habitación y de naturaleza funeraria.
Frente a El Roquillo, en un tramo acantilado de menor pendiente y ocupado por un denso tabaibal con tarajales, se perciben indicios de un notable asentamiento, recogido en la Carta Arqueológica del municipio, en la que se mencionan 40 cabañas localizadas en este sector bastante próximo a la playa.
Hacia el oeste, el promontorio lávico conocido como Punta del Jurado alberga diversos yacimientos: cuevas de habitación, alguna de las cuales conoce en la actualidad un proceso de acondicionamiento mediante la construcción de un muro de cerramiento; un conchero bastante disperso y un área de taller con material lítico y cerámico en superficie.
Al sur de la Punta del Jurado se encuentra el complejo de cuevas de El Calabazo, ubicado en la parte superior del acantilado, por debajo de una pista agrícola e invernaderos adyacentes. Se trata de un conjunto integrado por 7 cuevas de habitación y 2 cuevas donde se daba sepultura, parte de cuyos materiales fueron extraídos hace variasdécadas. La principal cueva de habitación, cuyas dimensiones son 25,6 x 20 x 4 m, se encuentra protegida por los vestigios de un antiguo muro de cerramiento y fue sometida a excavación entre los años 70 y 80, habiendo sido reutilizada por los pescadores locales.
El conjunto del yacimiento ha proporcionado abundantes restos de diversa índole, y, en la cueva sepulcral, se recuperaron restos humanos, cuentas de collar y otros materiales. En la actualidad se continúa percibiendo abundante material disperso en toda el área.
El 24 de noviembre de 2004 se declara Bien de Interés Cultural, con categoría de Zona Arqueológica a La Barranquera, en Valle de Guerra.