El etnobotánico guatemalteco 𝗠𝗶𝗴𝘂𝗲𝗹 𝗧𝗼𝗿𝗿𝗲𝘀 ha protagonizado una asombrosa historia de ciencia y fe con el conocido como Árbol del Hermano Pedro, en alusión al santo tinerfeño Pedro de San José Betancur.
En su país este científico ha consagrado 35 años de su vida a la tarea de evitar la extinción de esta especie, denominada 𝗲𝘀𝗾𝘂𝗶𝘀ú𝗰𝗵𝗶𝗹 en lengua náhuatl (en la que significa «flor semejante a maíz reventado al fuego») un árbol declarado Patrimonio Cultural Tangible e Intangible de la Nación en Guatemala.

Tan cerca estuvo de desaparecer este patrimonio vegetal que durante siglos solo se conocían dos ejemplares, uno de ellos precisamente el sembrado en el año 1657 en la 𝗔𝗻𝘁𝗶𝗴𝘂𝗮 𝗚𝘂𝗮𝘁𝗲𝗺𝗮𝗹𝗮 por 𝗣𝗲𝗱𝗿𝗼 𝗱𝗲 𝗦𝗮𝗻 𝗝𝗼𝘀é 𝗕𝗲𝘁𝗮𝗻𝗰𝘂𝗿, nacido en el pueblo de 𝗩𝗶𝗹𝗮𝗳𝗹𝗼𝗿.
Tras muchos años de afanosos ensayos científicos, como catedrático de Microbiología Médica,Torres logró reproducir el esquisúchil y plantar los nuevos ejemplares en lugares vinculados con el santo, tanto en Guatemala como en Canarias.

Pero en 2020 sobrevino otra desgracia: una enfermedad provocó el derrumbe del histórico y longevo árbol.
Nuevamente la providencial intervención de este botánico, que es catedrático de Microbiología hizo posible que rebrotara, por lo que este esquisúchil vuelve a tener una larga vida por delante. Y ya van 368 años.

Miguel Torres protagoniza uno de los documentales del Programa Enseñas Patrimonio, promovido por la Dirección General de Cultura y Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, y que puede verse íntegro en Facebook, Instagram, Tik-Tok y Youtube, que es el que se visualiza bajo estas líneas:
La infusión de flores secas de este árbol, ya sagrado para los pueblos indígenas (olmecas, mayas y mexicas), tiene propiedades antidepresivas, remedio que utilizó el Hermano Pedro con los enfermos del Hospital de Convalecientes, institución que fundó en la Antigua, como parte de su fecunda labor humanitaria en Guatemala, según relata el etnobotánico en el documental.
Miguel Torres es miembro de la Academia de Geografía e Historia, y de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de Guatemala; así como coautor de dos libros sobre el santo chasnero: 𝑬𝒍 𝑻𝒆𝒔𝒐𝒓𝒐 𝒅𝒆 𝑬𝒍 𝑪𝒂𝒍𝒗𝒂𝒓𝒊𝒐, 𝑷𝒂𝒕𝒓𝒊𝒎𝒐𝒏𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝑳𝒂 𝑨𝒏𝒕𝒊𝒈𝒖𝒂 𝑮𝒖𝒂𝒕𝒆𝒎𝒂𝒍𝒂 y 𝑳𝒐𝒔 𝒅𝒐𝒔 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑺𝒂𝒏𝒕𝒐 𝑯𝒆𝒓𝒎𝒂𝒏𝒐 𝑷𝒆𝒅𝒓𝒐 𝑻𝒆𝒏𝒆𝒓𝒊𝒇𝒆-𝑮𝒖𝒂𝒕𝒆𝒎𝒂𝒍𝒂 𝒚 𝒔𝒖 𝒓𝒆𝒍𝒊𝒒𝒖𝒊𝒂 𝒗𝒊𝒗𝒊𝒆𝒏𝒕𝒆, 𝒆𝒍 á𝒓𝒃𝒐𝒍 𝑬𝒔𝒒𝒖𝒊𝒔ú𝒄𝒉𝒊𝒍.

La entrevista con Enseñas Patrimonio se realizó durante su reciente visita a Tenerife, aprovechando su participación en el Campus América 2024 organizado por la Universidad de La Laguna.
«Durante años», señala, «cuidé personalmente del árbol y, al notar el deterioro, lideramos su rescate. Se retiraron los restos del tronco antiguo, se trató el suelo con microorganismos competitivos al hongo y se iniciaron esfuerzos para preservar su legado».

La preservación del esquisúchil ha sido un desafío para este hombre de fe y ciencia: «Hace más de 35 años, mi padre y yo emprendimos un proyecto para reproducir este árbol, pero los métodos tradicionales no funcionaron. Utilizamos brotes radiculares para reproducirlos y, tras años de cuidados, logramos plantar nuevos árboles en lugares significativos para la vida del Hermano Pedro, como la Ermita del Santo Calvario y el Santuario de San Francisco El Grande, donde se encuentra su tumba».
Hoy, el esquisúchil también está presente en Tenerife, en lugares emblemáticos como Vilaflor de Chasna, su pueblo natal, y en La Laguna. Con el apoyo del Jardín Botánico de Aclimatación de La Orotava, la especie ha sido aclimatada y reproducida con éxito, perpetuando el legado del Hermano Pedro.

«Al notar la precariedad médica de su tiempo, el Hermano Pedro creó el Hospital de Convalecientes, destinado a cuidar a los enfermos después de recibir tratamiento inicial», apunta Torres, quien subraya cómo «su impacto cultural, espiritual y científico sigue vivo, tanto en Guatemala como en Tenerife»,

Además de su obra religiosa y social, el Hermano Pedro llevó tradiciones de Tenerife a Guatemala, como las alfombras de Semana Santa, inspiradas en las alfombras de tierras de colores de La Orotava, y las posadas navideñas.
«Estas costumbres, junto con su legado espiritual, dejaron una huella profunda en la cultura guatemalteca», destaca Torres, devoto del santo tinerfeño, y que cada vez que viene a Tenerife siente una emoción especial al recorrer los lugares donde nació, se crió y pastoreaba sus cabras Pedro de San José Betancur hace casi 4 siglos.
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