VICENTE PÉREZ
El caso Grúas, denunciado por los grupos municipales de Unidas Se Puede y XTF-NC (ahora Avante) se pone cuesta arriba para el expresidente del Gobierno canario y ex máximo diregente de Coalición Canaria (CC) Fernando Clavijo, en la actualidad senador, e imputado en esta causa, junto al exalcalde lagunero José Alberto Díaz y el exedil Antonio Godiño (ambos también de CC).
A la espera de que la causa pase al Tribunal Supremo por su condición de aforado, el político tinerfeño ha visto cómo se le complica la situación durante las declaraciones de testigos los últimos días en el Juzgado de Instrucción 2 de La Laguna, primero de José Padilla, dueño original de la concesionaria del servicio municipal de grúas cuando él era alcalde y luego de extrabajadores de esta empresa, que fue comprada por sus propios empleados amigos de Clavijo, y a quienes el gobierno municipal de entonces dio un crédito con el interventor municipal en contra.
El jueves Padilla declaró que el exalcalde lo obligó a contratar a amigos suyos en la adjudicataria bajo amenaza de quitarle la concesión, y que tuvo que vender la empresa tras asfixiarlo económicamente el Ayuntamiento porque le retrasaba los pagos. Y este viernes nada menos que cuatro extrabajadores de la empresa vinieron a coincidir en el relato: Clavijo era quien movía los hilos y enchufaba a trabajadores de esa concesionaria, aunque también se cita al director del área de Hacienda, Estanislao González, y al exedil Plácido Mejías (también de CC).
Desfilaron ante la jueza Celia Blanco y la fiscal María Farnés estos trabajadores, sin que ninguna de sus explicaciones, a priori, beneficie a Clavijo, sino todo lo contrario.
La exgerente: «Le dije a Clavijo que esos trabajadores no estaban capacitados para comprar la empresa»

La primera fue Begoña Fernández, exgerente de Autogrúas Poli, quien admitió que era «amiga de la mujer de Clavijo «y que fue este el que le invitó a trabajar para la concesionaria». Pero pese a esta relación personal, cuando la empresa la compraron los amigos de Clavijo, a ella le bloquearon el ordenador y ya no tenía apenas funciones, «cobraba por no hacer nada», pero no le redujeron el sueldo.
Corroboró que el Ayuntamiento lagunero, cuando Padilla era el propietario, le debía cuatro meses a la empresa y que eso no le parecía normal, por lo que el empresario «decía que estaba agobiado, que lo trataba mal Estanislao» González ( que era jefe de área de Hacienda y Servicios Económicos del consistorio). Y confirmó que Clavijo, quien «no quería atender» a Padilla, le comunicó por teléfono a ella que los siete trabajadores iban a comprar la empresa. Esa conversación con el entonces alcalde «no fue amigable» porque ella le expresó que «no estaba de acuerdo con esa venta porque se trataba de siete personas que no estaban preparadas para llevar la empresa, que no llegaban ni a octavo de EGB ni tampoco económicamente»
Aseguró que Clavijo sabía la situación de la concesionaria, es decir, los impagos salariales y la deuda con la Seguridad Social después de la venta (que se materializó en 2011 y fue intervenida por el Ayuntamiento en 2014). Declaró además que después del polémico préstamo que le dio el consistorio ( con el interventor municipal en contra) no les ingresaron la totalidad de las nóminas y que ella fue despedida cuando llegó el último comprador, José Luis Tacoronte.
En cuanto a los vínculos con el exalcalde de los demás trabajadores, sabe que uno de los que compró la empresa «estaba en kárate con Clavijo y que otro era el marido de una trabajadora de la administración de fincas propiedad de la esposa de Clavijo».
A preguntas del letrado Víctor Díaz, abogado de Jose Alberto Díaz, explicó que no le gustaba que Padilla «en alguna ocasión» retirara dinero de la cuenta, pese a que tenía deudas.
«Los demás trabajadores entraron en la empresa porque conocían a Clavijo»

La segunda declarante este viernes fue María Dolores Delgado García, quien trabajó para Autogrúas Poli de 2005 a 2015 , y que entró a trabajar en esta concesionaria porque «coincidía mucho en la hípica con Estanislao González, y le ofreció trabajar en el servicio, que se iba a privatizar».
Confirmó que la oficina de la empresa estaba en el propio Ayuntamiento, que Padilla pagó la construccion de dos oficinas pero solo usó una.
Esta exempleada de la empresa de grúas expuso que en un momento dado el Ayuntamiento, seis o siete meses antes de la venta, empezó a retrasarse en los pagos a Padilla, y que mientras él fue el dueño el consistorio no le redujo las exigencias económicas pese a que bajó la retirada de vehículos de las calles, pero que cuando la empresa fue vendida (a los amigos de Clavijo) sí les rebajaron las condiciones.
Corroboró esta testigo que Padilla «quería vender la empresa porque estaba bastante cansado». Y dejó claro que «el resto de trabajadores entraron directamente [a trabajar en Autogrúas Poli] porque conocían a Clavijo, que lo decían o comentaban directamente»: «Por ejemplo, Pablo Genovés, Santiago Casanova, José Luis Conde por Káate, Esteban Jesús, que conocía a algún concejal de Hacienda, Francisco Ramos, que conocía a Ana Oramas, Evelio conocía a Clavijo».
Dejó patente también que el entonces alcalde, conocía la situación difícil de la empresa, y que le pidieron que pusiera fin al contrato, cuando ya estaba en manos de los siete trabajadores, porque no cumplía el pliego con el Ayuntamiento , porque ella entendía que hacía falta que la compraventa la aprobara el pleno municipal; y porque pese a que el consistorio pagaba a los nuevos dueños, las nóminas no estaban al día.
Constató que cuando compraron los siete trabajadores la empresa, el Ayuntamiento le debía 200.000 euros, que se le ingresaron a los nuevos propietarios, y que los nuevos dueños «irrumpieron de forma desagradable e intimidatoria» ya que ella no veía viable esa compra porque «estaba en contra del pliego»
Y puntualizó que el año en que el Ayuntamiento dio el controvertido préstamo a la empresa cobraron en diciembre cuando les debían 12 nóminas, y que cuando los interventores municipales gestionaban Autogrúas Poli, «todo continuaba igual con impagos de nóminas».
«Allí todo el mundo estaba elegido a dedo» por políticos de CC

El tercer testigo fue Alejandro Dionisio, quien trabajó como conductor de camiones grúa y fue despedido por los nuevos propietarios, a los que ganó en un juicio la readmisión. Ante el Juzgado dio fe que las grúas estaban bien con Padilla y pasaban la ITV y tenían tarjeta de transporte, pero que «el título de capacitación profesional no lo tenía ninguno de los siete [nuevos propietarios] ni tarjeta de transporte y funcionaron ilegalmente», pero cree que «a ITV sí estaba regularizada»
Sabía que Padilla tenía problemas con los pago pero que cuando adquirieron la empresa los siete trabajadores «se complicaron las cosas porque no tenían la misma capacidad económica que Padilla pese a que el Ayuntamiento le pagaba todos los meses, pero ellos pagaban los préstamos aunque que no los sueldos.
Admitió que fue contratado porque iba de parte de «Plácido Mejías [concejal de CC] a quien llegó por medio de un amigo» y que allí, en Autogrúas Polí, «todo el mundo estaba elegido a dedo», por los políticos, entiéndase. Y ofreció más detalles: «Los nuevos propietarios también fueron elegidos a dedo por el concejal de Tejina; de Clavijo eran Pablo, Santiago; Felipe y José Luis Conde» y «también Evelio». «Todo el mundo lo sabía, ya que ellos lo decían al resto de compañeros, que eran una piña, que eran muy buenos amigos», y además sabe «por Santiago que este fue el padrino de bautizo del hijo de Clavijo».
Aseguró que tras la concesión del préstamo por el Ayuntamiento, cobraron dos nóminas, pero «estuvo de baja año y medio y no se lo pagaron e incluso se quedaron con el dinero de la baja», porque fue a preguntar a la Seguridad Social y le dijeron que el dinero se lo habían entregado a la empresa.
Afirmó que los empleados enchufados por los políticos laguneros de CC «no pagaban los sueldos sino los préstamos y el mantenimiento de los vehículos, que «repartían entre ellos y lo que les sobraba, para el resto, 200 euros o lo que fuera, que le llegaron a deber hasta 12 nóminas y la Seguridad Social».

El último en declarar fue Evelino Cipriano García, quien trabajó para Autogrúas Poli y fue despedido al año de comprar la empresa los siete empleados. Este testigo señaló que Clavijo le comentó que le había dicho a la gerente de la empresa que lo contratara. Explicó que su relación con el político lagunero era porque él tenía una empresa de pintura y le hacía los trabajos a la gestoría de Clavijo y su mujer. Admitió que condujo un camión grúa pese a que solo tenía el permiso B, y al final sacó la licencia adecuada. Y apuntó que los nuevos propietarios llegaron a deberle 12 meses.
Relevante fue el momento de su declaración en la que contó que mandó un escrito de queja al Ayuntamiento por las malas condiciones de las grúas cuando ya estaban «los siete» de propietarios («sin freno de mano, ruedas lisas, que no había dinero, que los frenos hidráulicos estaban mal, y que esto era peligroso»). Y comunicaron también al Cabildo y al Ayuntamiento que los vehículos no tenían tarjeta de transporte en la época de «los siete», pero que no recibieron respuesta.
Confiesa que sus compañeros de trabajo que luego compraron Autogrúas Poli le dijeron que «Clavijo había hablado con ellos para que la cogieran» pero que le comentaron que debían poner la casa» como aval, lo cual impidió que él participara en la compra, porque su casa era de su mujer. Y declaró que los siete le indicaron que «Clavijo había dicho que querían quitar a Padilla».
Sobre cómo llegaron sus compañeros y luego propietarios a empresa manifestó que «todo fue un secreto» y que él no dijo nunca que lo hubiera metido Clavijo por esa razón, pero «finalmente todos manifestaron por quién habían entrado: «Santiago Casanova entró porque era compañero de Kárate de Clavijo, con quien se llevaba muy bien porque realizaba trabajos de electricidad que le encargaba para las comunidades que gestionaba la oficina de administración de fincas de la esposa de Clavijo, del que fue compadre; Conde porque también estuvo en kárate con Clavijo; y a Pablo lo metió Clavijo porque se lo dijo la esposa de este que trabajaba en dicha administración de fincas». Reconoció que con Padilla solo tenía el permiso B pero que luego obtuvo el B+E.
Las defensas pidieron, sin éxito, impedir las declaraciones
Este viernes, las defensas trataron, como ya pasó el jueves, cuando que no se tomasen las declaraciones alegando que el procedimiento corresponde ya al Tribunal Supremo dada la condición de senador autonómico de Clavijo. Desde la Fiscalía se alegó que mientras no conste en autos el certificado del secretario del Senado acreditativo de que el imputado forma parte de la Diputación Permanente de la Cámara Alta, no puede surtir efecto la exposición razonada que la jueza ya envió al Supremo, en la que se refería a dos presuntos delitos por los que se investiga al expresidente.
La jueza ha decidido continuar con las diligencias ya fijadas con anterioridad «por entender que en tanto en cuanto se resuelva lo que procede por el TS, tanto declarando nula la exposición razonada como declarando su competencia para conocer la causa contra el Sr. Clavijo y eventualmente reclamar el conocimiento de toda la causa contra el resto de los investigados, este juzgado sigue siendo el competente para seguir practicando las pruebas».
Clavijo negó en abril ante el Juzgado tener vínculos de amistad con los que enchufó

A preguntas de la juez, Celia Blanco, para esclarecer si hubo delito de tráfico de influencias, reconoció haber tenido alguna relación con dos de los trabajadores que compraron Autogrúas Poli: con Pablo Bartolomé, porque es el marido de una exempleada de la gestoría que tuvo Clavijo (Administración Ecológica SL, sociedad que administró con su esposa entre 2001 y 2007), pero que «simplemente la conocía»; con Santiago Ramos Casanova porque practicó Karate durante la adolescencia, pero que luego no mantuvo trato alguno con él excepto cuando ofició su boda, pero no recuerda si acudió al brindis que ofreció la pareja de recién casados; que con José Luis Conde López también compartió gimnasio de kárate pero «no tenía apenas relación» con él.