VICENTE PÉREZ
Aurelio Martín dio clases de Zoología durante casi 40 años en la Universidad de La Laguna, hasta su jubilación como profesor de Biología Animal. En la actualidad es vicepresidente de la Asociación para la Conservación de la Biodiversidad Canaria. Con tan dilatada experiencia docente e investigadora, PLANETA CANARIO ha recabado en esta entrevista su opinión sobre la controversia social acerca de matar o no matar a tiros a las cabras asilvestradas en los parques rurales de Teno o Anaga, para evitar que se sigan comiendo plantas endémicas cuya conservación está por ello amenazada. Por el momento esta polémica ha motivado que el Cabildo de Tenerife retrase hasta finales de enero de 2020 cualquier intento de tirotear a estos herbívoros (en Teno llegó a organizarse una cacería hace unas semanas), a la espera de analizar si son eficaces las apañadas (es decir, capturarlos vivos).

¿Cuál es, desde un punto de vista científico, el impacto de las cabras en la flora endémica en Canarias y cuáles son los espacios protegidos más afectados? En el caso de Anaga y Teno, ¿cuál es el diagnóstico?
«El mismo que tienen las cabras asilvestradas en otros lugares del mundo con el agravante de que en Canarias existe un elevado número de especies vegetales endémicas (más de 500). Destruyen la vegetación, alteran la estructura de la misma, y producen extinciones secundarias en la fauna por la desaparición de la cubierta vegetal. Además producen efectos erosivos importantes en el terreno; y hasta amenazan la vida de las personas provocando desprendimientos de rocas. Este problema existe en todas las islas, pero es más acuciante en los espacios protegidos que así fueron designados por su interés; por ejemplo, Jandía en Fuerteventura, Famara en Lanzarote, Guguy en Gran Canaria, Garajonay en La Gomera, Tibataje en El Hierro, Anaga y Teno en Tenerife, etc».
¿Cuántas especies o qué porcentaje de las especies endémicas pueden estar en peligro en esas zonas por la proliferación de estos rumiantes?
«Todas las especies protegidas por el Catálogo Español de Especies Amenazadas y las del Catálogo Canario en zonas con cabras asilvestradas tienen ese problema. Hay más de 60 especies en peligro de extinción en este último catálogo y muchas otras en la categoría vulnerable. Solo algunas sobreviven en riscos escarpados donde no llegan ni siquiera las cabras. Además, no sabemos cuántas especies han desaparecido desde que las cabras llegaron a canaria con los aborígenes».
¿Qué alternativas, desde un punto de vista científico, hay para su erradicación o control? ¿Es posible solo con apañadas? ¿Se pueden combinar apañadas y con la caza de los animales?
«Un estudio publicado en la prestigiosa revista Conservation Biology muestra que más del 80% de las erradicaciones de cabras asilvestradas llevadas a cabo en el mundo tienen lugar por disparos. Es posible combinar con las apañadas, sobre todo al principio, pero sin lugar a dudas es imposible eliminarlas solo con apañadas en zonas abruptas. Ese método solo funciona en islotes de pequeñas superficies. Por poner un caso, así se hizo en Alegranza, un islote de unos 10 kilómetros cuadrados al norte de Lanzarote, hace unas décadas con poco más de un centenar de cabras».
Los detractores del método de abatirlas a tiros (entre los que hay asociaciones animalistas, una incluso de ámbito nacional formada por 500 veterinarios) argumentan que hay que introducir la perspectiva moral o ética, y buscar, en consecuencia, métodos menos cruentos, porque la vida de estos animales no es menos vida que la de las plantas que se pretende proteger. ¿qué opina usted al respecto?
«Tienen parte de razón. Desde un punto de vista intrínseco todos los seres vivos tienen derecho a la vida. Tanto las cabras de Teno y Anaga, como las plantas que habitan en dichos enclaves. De momento, lamentablemente, no hay otras alternativas. Nuestra asociación, como no puede ser de otra manera, está a favor del ganado cabrío, pero, eso sí, estabulado o controlado por un pastor. Las críticas de los animalistas se basan en el sufrimiento animal, lo mismo que ocurre en otras actividades como la caza. Habría que recordarles que la caza es una actividad legal en nuestro país, recogida en la Constitución y transferida a las comunidades autónomas. Respeto absolutamente sus ideas, pero si quieren cambiar la normativa tendrán que hacer mucho trabajo de educación, y recoger suficientes firmas como para cambiar la Constitución. Y en mi opinión, algunos animalistas que critican a la Universidad de La Laguna y otros centros de investigación internacionales por crueldad de trato a los animales de laboratorio deberían informarse mejor. Hay códigos éticos sobre la manipulación de animales para la investigación. Con ellos, se han conseguido avances importantes en el tratamiento de graves enfermedades que afectan al hombre, y en el caso de la ULL, hay un máster titulado Biodiversidad Terrestre y Conservación en Isla, que, como su nombre indica, no es precisamente para maltratar animales ni plantas. La eliminación de las cabras asilvestradas de Anaga y Teno no supondrá ninguna pérdida genética ya que hay un stock doméstico suficiente. La extinción de las especies de plantas que consumen no podrá ser sustituida».
Abundando en esta cuestión, ¿se tiene en cuenta este factor, llamémosle ético o moral, en los informes o estudio científicos que abordan esta problemática, la de los desequilibrios en los ecosistemas por estos animales?
«Todas las actuaciones que se hacen tienen en cuenta esos factores y otros. Entiendo que es imposible contentar a todo el mundo. Por ejemplo, cuando se produce un control de gatos asilvestrados porque depredan sobre lagartos endémicos gigantes en peligro de extinción, los animalistas defienden al gato y los conservacionistas al lagarto. Hay gatos que pueden ser capturados y ser insertados en la vida doméstica por asociaciones protectoras de animales, pero hay otros, tan salvajes, que ningún animalista se atrevería a tenerlos en su casa a riesgo de algún incidente».
¿Qué otros animales están poniendo en riesgo la flora autóctona y dónde?
«Varios. Por ejemplo, los conejos, introducidos poco después de la conquista en todas las islas y algunos islotes. Los muflones y arruíes introducidos por el ICONA (Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza) a principios de la década de 1970, en el parque nacional del Teide y en el de la Caldera de Taburiente, respectivamente. Y sobre la fauna, muchos otros, ratas, ratones, gatos, erizos, serpientes, etc».