VICENTE PÉREZ
El barrio de Las Vegas es un caserío histórico situado a unos 650 metros de altitud, al sur de Tenerife, junto al pinar, y ya camino de la cumbre de Granadilla de Abona. Tiene apenas unas decenas de habitantes censados, pero el turismo rural ha ido animando la economía del lugar y en festivos y vacaciones aumenta de forma notable su población.
En julio celebra sus fiestas patronales en honor de Santa Ana y la Virgen de la Esperanza, al que corresponde el video que ilustra esta información, donde se muestran algunos de los rincones del barrio, con música del grupo folklórico Sentir Sureño, de Granadilla. Los vecinos siguen organizándose cada año para que no se pierdan estos festejos y algunos se afanan por que se conserve el patrimonio histórico de la zona, tanto el arquitectónico como el etnográfico.
En su arquitectura religiosa destaca la ermita de San Juan, construida a fines del siglo XVI, en un pequeño promontorio que permite divisar todo el barrio, y una panorámica tanto hacia la cumbre como hacia el mar.
Una vez producida la conquista de la isla, las tierras que rodean Las Vegas las cedió el adelantado Fernández de Lugo a su patrocinador, el duque de Medina-Sidonia, que nombró como administrador al vasco Juan de Gordejuela. Tras un pleito con el duque, se adueñó de los terrenos. Posteriormente su familia cedió la propiedad a las monjas agustinas del desaparecido convento de San Andrés y Santa Mónica, que los Gordejuela habían fundado en Los Realejos.
A partir del siglo XIX la familia con más influencia en el barrio fueron los Guimerá. En 1824 llegó a Tenerife un barco capitaneado por Agustín Guimerá i Ramón, el fundador de esta saga, y que casi naufraga, por lo que el navegante decidió vender toda la carga y la embarcación y quedarse a vivir en la isla.
Agustín Guimerá y Ramón nació en El Vendrell (Tarragona) el 9 de marzo de 1.796. Se casó con Jacinta Castellano y Dueño, nacida en Santa Cruz de Tenerife en 1811, con quien tuvo 9 hijos. Destacó como comerciante mayorista. Por razón de su matrimonio emparentó con los Rodríguez Castellano, de Arico (Tenerife). Fue copropietario de la hacienda de Las Vegas, edonde nacería el citado Rodríguez Peraza.
Como recordaría a finales del siglo XX otro Guimerá, el historiador Marcos Guimerá Peraza, el Anuario de Estudios Atlánticos (nº 45, 1999), aquel hacendado de Las Vegas era partidario del general Espartero, y enemigo de la reina gobernadora María Cristina de Borbón y de los moderados, y tuvo una intensa actividad política. Fue teniente de alcalde del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife en 1835 y 1848, vocal de la Junta Suprema Gubernativa de Santa Cruz en 1840, diputado provincial en los periodos 1848-1953, y de 1864 a 1866. En su cargo en Cortes tuvo una «lucida y lucida intervención» en la promulgación del decreto de los puertos francos canarios (1852). En 1855 fue nombrado caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos 111. Murió en su casa de Santa Cruz el 8 de junio de 1874.
Dos sobrinos suyos, huérfanos, se vinieron a trabajar con él. Uno de ellos, Agustín, se casó en Tenerife y fue el padre del dramaturgo catalán Ángel Guimerá, nacido en la capital tinerfeña y que da nombre al teatro de la capital.
En 1838, Guimerá y Ramón aprovechó la desamortización de los bienes de la Iglesia para comprar parte delas fincas agrarias de Las Vegas. Según el historiador Agustín Guimerá Ravina, descendiente de aquel primer Guimerá arribado a Tenerife, el personaje de esta historia fue quien colgó la campana de aquel barco que lo trajo a Tenerife en el pino que está junto a la ermita de Las Vegas, aunque la que hoy se hace tañer mediante una soga al pie del viejo tronco no es la original.
A un centenar de metros de se peculiar campanario vegetal se encuentra la casona de los Guimerá, donde se dedicaron algunas estancias al secado del tabaco, cuyo secadero pervive en ruinas, con sus preciosas paredes de amarilla piedra chasnera, como se puede observar en el vídeo.
De su Cataluña natal importó este personaje lo que hoy se ha convertido en tradición cultural de Las Vegas: la danza de varas, que es hija los Ball de Valencians o Baile de Valencianos de El Vendrell. Aún hoy se conserva, y se baila en las fiestas del caserío.
Este caserío es punto de partida de senderistas que aprovechan los antiguos caminos pedestres que unían los pueblos y barrios de la comarcas, así como entre el norte y el sur de la Isla. En sus proximidades hay antiguas casas cuevas, hornos de teja y lavaderos, todo ello de sumo interés etnográfico.