ARTICULO DE OPINION
ABEL ROMÁN, coordinador de la Alianza de Vecinos de Tenerife
Cuando se pierde la relación humana con nuestro entorno, no se aprovechan de manera razonable y solidaria los recursos naturales, no están integrados con la sociedad civil, agrícola y ganadera, esa separación impuesta por una burocracia deshumanizada, irresponsable y prepotente, la naturaleza nos abandona y arde, en este caso por el fuego. Y los políticos actuales, nuestros representantes, tienen que poner orden en este desaguisado.
Otra vez arde Tenerife. Otra vez no se supo apagar el conato de incendio y como dijo hace años el teniente coronel de la UME García Palacios, “para atajar un incendio hay que poner todos los medios desde el principio del fuego, en la primera hectárea; después, no hay quién que lo apague”. ¿Y se pusieron todos los medios en este incendio?
Los vecinos vemos impotentes cómo se queman nuestros montes una y otra vez, sin que los medios contra incendios sirvan para nada. ¿Qué está pasando? ¿Por qué no son eficaces las medidas contraincendios y las brigadas forestales? ¿Por qué al final de todo el resultado es desolación, catástrofe y ruina forestal, a pesar de los esfuerzos ímprobos y loables de las cuadrillas aéreas y terrestres? Esta gestión es ineficaz y sin éxito, hay que reconsiderar la estrategia hecha hasta ahora, porque no da resultado, es evidente.
Los ciudadanos y vecinos queremos ver a nuestros políticos con una actitud constructiva y con ánimo de rectificar lo que no se ha hecho bien y no ha dado resultado a la vista de la catástrofe forestal actual. Las excusas nos desaniman; cuando el ánimo de mejorar, rectificar y poner manos a la obra el día después nos ilusionaría. Porque dentro de cuatro años seguiremos viendo el monte una y otra vez quemado y nos acordaremos de los responsables.
Es necesario responder ante la opinión pública a una serie de cuestiones, si de verdad pudiera hacerse una investigación independiente que nos permitiera avanzar con la certeza de lo que se hizo bien y la certeza de lo que se hizo mal para no repetirlo en la próxima. A saber:
¿Cuál era el estado de conservación y prevención de los montes de cara a minimizar la tragedia de un incendio?
¿Estaban las pistas forestales y cortafuegos limpios y despejadas?
¿El exceso de pinocha se había recogido, o había en algunos sitios hasta un metro de altura de este combustible que favorece los incendios?
¿Había un número de balsas públicas suficientes para el uso de los helicópteros?
¿Había personal contratado todo el año ,que posibilitara un conocimiento del terreno y un cuidado constante del monte?
¿Se permite a los agricultores hacer acopio de la pinocha sin restricciones y sin cortapisas burocráticas?
¿Se permiten a los pastores que su ganado limpie el monte, en zonas organizadas para ello, como ocurre en nuestra vecina isla de Gran Canaria, o se les prohíbe totalmente?
Se declaran zona especialmente protegida a los montes y se prohíbe el uso y disfrute de la sociedad civil, agrícola y ganadera y después el gobierno abandona y descuida su cuidado. Ni un solo pino repoblado en los últimos cuatro años; decían que no era necesario.
Las medidas preventivas para minimizar los incendios son fundamentales. Las que se han hecho hasta ahora no sirven: no permitir recoger pinocha, no mantener los montes limpios y despejados, etc., etc.
Y durante el incendio los protocolos no funcionan, hay que atacar desde el primer conato con todos los medios posibles y no se hace.
Los planes de evacuación para personas y animales no están planificados y los polideportivos sirven para unas horas, no para días, hay que utilizar los hoteles, tal y como se hace con los inmigrantes. Las necesidades de los animales deben ser cubiertas por las autoridades, veterinarios, alimentos, mantas, etc., etc.
La alimentación de las brigadas forestales deben ser de calidad y abundante y supervisadas por expertos.
Los ciudadanos deben ser tratados con consideración y mano izquierda cuando cometen errores debidos a la ansiedad y nerviosismo y no tratados como delincuentes en televisión. Véase los hechos de Las Lagunetas y el incidente del helicóptero en Güímar.
En definitiva cuando se trata a nuestros montes de forma deshumanizada, se hace sufrir al entorno, bosques, personas, animales, no integrando su uso y disfrute a la población en general. Se rompe el equilibrio natural y humano, derivando en catástrofes naturales.
La humanización del cuidado de nuestros montes, tiene que volver, integrando a la población y riqueza forestal en una unión inteligente, responsable y satisfactoria para todos los elementos de la naturaleza incluida la humana y animal.