El primer calificativo hay que descartarlo ya que para merecerlo hay tener un mínimo de inteligencia y no parece que este sea el caso si nos atenemos a sus declaraciones. El segundo le viene mucho mejor, al fin y al cabo pertenece a un gremio, el de los políticos profesionales, en que la hipocresía es parte sustancial de sus discursos políticos. El problema deriva de la enorme distancia que separan las palabras -y los programas- de los hechos.
Sus decisiones demuestran que no son los intereses generales los que les preocupa sino el beneficio de unos pocos. La hipocresía de estos personajes que gestionan las instituciones públicas en comandita con empresarios sin escrúpulos -especialmente de la construcción- quedaron en evidencia en el caso de Las Teresitas. Aquí tuvieron mala suerte, se pasaron de listos y el suculento negocio terminó con una sentencia de varios años de cárcel para algunos de los responsables de este asalto a las arcas públicas. Entre ellos se encuentra un profesional de la política como Miguel Zerolo o el delincuente y ex-presidente de los constructores Antonio Plasencia.
Otro caso de hipocresía y demagogia ha sido el argumentario para justificar la construcción del puerto de Granadilla entre los que destacaba la promesa de los “miles” de puestos de trabajo que crearía la actividad portuaria. Aunque los informes técnicos decían que este puerto era inviable porque los vientos lo hacen inoperativo la mayor parte del año, tal y como denunció Atan en su momento, ellos siguieron invirtiendo enormes sumas en su construcción en beneficio de unos pocos con el resultado que todos vemos: un enorme puerto sin barcos ni infraestructuras portuarias pero en el que quieren seguir gastando centenares de millones.
El caso del puerto de Fonsalía no es solo un nuevo ejemplo de hipocresía, es decir de fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen. Lo es de mentiras deliberadas para justificar un negocio que beneficia a unos pocos perjudicando a la mayoría. Como ha ocurrido con otra obras portuarias, caso del puerto de Garachico, es una muestra evidente de una ignorancia, deliberada o no, de sus promotores y en concreto del actual presidente del Cabildo tinerfeño Pedro Martín.
Para justificar lo injustificable este político socialista ha afirmado que este puerto va a ser beneficioso para el medio ambiente. Esta “ayusada” solo es comprensible si con ello quiere engañar a la Unión Europea para que poder usar los fondos destinados a superar los efectos de la pandemia para su construcción, pero este señor no puede citar ni un solo trabajo científico que avale su disparatada afirmación.
Como ha demostrado nuestro compañero Joaquín Galera, con con argumentos que no han sido capaces de rebatir sus partidarios, es un disparate ambiental, económico y, lo que es peor, no supone ninguna mejoría, todo lo contrario, en el sistema de transporte insular ni interinsular. Eso sí, no les importa que este puerto le ocurra lo mismo que al de Granadilla que según estas preclaras mentes no sirve para el tráfico marítimo interinsular. Ignoran a los que dicen, entre ellos el Colegio de Ingenieros de Caminos Canales y Puertos que el de Los Cristianos es suficiente para este fin siempre y cuando resuelvan el problema de los accesos.
Por lo visto lo que les importa es ganar dinero y, como va a llegar mucho de la U.E. para paliar los efectos de la crisis económica provocada por la pandemia, lo van a destinar a construir un puerto innecesario. Visto lo visto, no se si es un caso de cinismo, hipocresía o desfachatez del presidente del cabildo y de su conmilitones en el gobiernos de Canarias.
EUSTAQUIO VILLALBA,
geógrafo y portavoz de la Asociación Tinerfeña de Amigos de la Naturaleza (ATAN)