PLANETA CANARIO
Tazacorte volvió a celebrar su centenaria tradición del Diablo en la Plaza de Nuestra Señora de Candelaria. Se trata de uno de los más significativos dentro del programa de actos de las Fiestas en Honor a Nuestra Señora de Candelaria.
Más de 7.000 personas bailaron junto al gigante que representa al maligno echando fuego, según informó el Ayuntamiento del municipio palmero.
En la Fiesta del Diablo, en Tijarafe, como cada noche 7 de septiembre y la madrugada del 8, el bien volvió a vencer al mal.
Como marca la tradición, después de un baile extenuante, el Diablo -no sin efectuar sus reverencias a la Virgen de Candelaria, antes y después de la danza- abandonó la plaza tras reventar su cabeza.
Patrimonio cultural
La Danza del Diablo está declarada Bien de Interés Cultural desde el año 2007, en un expediente iniciado por el Cabildo palmero en 2005 y que culminó en la declaración de BIC por parte del Gobierno canario.
En la resolución de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes publicada en el Boletín Oficial de Canarias el 25 de mayo de 2007 se explica de manera pormenoriza la historia y el significado de esta fiesta.
Este hombre misterioso mezclaba su soledad con su colaboración en las actividades festivas que se celebraban y demostraba una especial aptitud e inteligencia en la animación. Los más pequeños acudían ilusionados para ver sus títeres, cosa poco frecuente en aquellos tiempos o los machangos que preparaba, como Cataclismo, que asustaba a la vez, que divertía.

Consistía este número festivo en un enorme machango de más de tres metros de alto vestido con telas negras y unas enormes manos, en cuyo interior estaba su creador y que salía bailando a la plaza del pueblo.
Acompañaban a Cataclismo varios gigantes y cabezudos que en la actualidad siguen participando en la Fiesta del Diablo. A partir de 1923, tres tijaraferos, Antonio Cruz, Pedro Brito y Orocio Martín, crean el diablo que, con algunos cambios, continúa en nuestros días. El motivo era la celebración de una fiesta de la juventud en la que participaban muchachos de todo el pueblo, y que tuvo lugar el día 7 de septiembre, víspera de la fiesta en honor a Nuestra Señora de Candelaria.
El armazón era de madera y cañas forradas con tela de saco y sujeto por arcos. Luego, lo recubrían con una lechada de cal para protegerlo del fuego.
En 1930, Pedro Brito crea un nuevo machango llamado Sinforiano, que a diferencia de sus predecesores era estático, a modo de una figura humana sobre un barril. Dentro del bidón se metía la persona encargada de manejarlo, que accionaba las manos de Sinforiano a través de unos hilos en polea, y en la que sus dedos eran voladores que subían hasta la boca en la que una bengala encendía los voladores que tenía en cada dedo para concluir con una descarga de fuegos artificiales que llevaba en la cabeza.
Después de Sinforiano, y tras el período de paro a causa de la Guerra Civil española, aparece de nuevo la figura metálica del diablo. Distintas personas colaboran en su elaboración, manteniendo la tradición hasta nuestros días. A partir de 1978, tras más de 20 años de preparación por los colaboradores del pueblo, el minado y la colocación de los fuegos de artificio del Diablo se encarga a pirotécnicos profesionales.
Actualmente, la vieja carcasa metálica ha sido sustituida por otra más ligera de fibra de vidrio, manteniendo, eso sí, la fisonomía tradicional del machango. También se ha avanzado mucho en el aspecto de la seguridad, especialmente para el que lo «corre».
Desde el año 2003 se ha ensayado el uso de una pequeña botella de oxígeno que asegura un suministro constante de aire libre de humo. Asimismo la utilización de un traje ignífugo y de un casco sirve de prevención de posibles accidentes y vienen a completar los elementos de seguridad pasiva.
Tal y como recoge María Victoria Hernández Pérez en su libro La Isla de La Palma. Las Fiestas y Tradiciones, vestir al Diablo es un rito. El vestido del diablo comienza con un ajustado pantalón de amianto, calcetines y zapatillas negras que le ayudan a poner, un casco y sobre su torso desnudo, una toalla empapada en agua. Encima de todo, la pesada carcasa que la convierte en la representación de Satán.