En los últimos días, lamentablemente, han sido noticia los actos vandálicos acaecidos en La Palma sobre plantas endémicas de la isla. Por un lado fueron cortados por la mitad tajinastes rosados en el Parque Natural de las Nieves, y por otro se lanzaron espigas con semillas de rabo de gato (Pennisetum setaceum) en el interior de una parcela vallada para la protección de la planta denominada pico de fuego.
El tajinaste rosado (Echium perezii) es exclusivo de La Palma y por su belleza y espectacularidad caracteriza el paisaje de la cumbre de la isla.
El pico de fuego (Lotus pyranthus) es una preciosidad de planta, considerada en la categoría de “en peligro de extinción” por la Ley 4/2010, de 4 de junio, del Catálogo Canario de Especies Protegidas y por el Real Decreto 139/2011, de 4 de febrero, para el desarrollo del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y del Catálogo Español de Especies Amenazadas.

De hecho la población silvestre del pico de fuego estaba constituida por solo cuatro ejemplares, número que se ha incrementado gracias a los trabajos de conservación llevados a cabo por el cabildo de La Palma los cuales incluyen su reproducción por esquejes, reintroducción en el medio natural y vallado de sus poblaciones para evitar los daños de herbívoros.
El mensaje dejado en el caso de los tajinastes y el hecho de dejar la puerta abierta en el vallado del pico de fuego apunta a represalias por el control de arruíes. Estos animales fueron introducidos irresponsablemente con fines cinegéticos a principios de la década de 1970 y producen daños en la vegetación.

En un país como el nuestro, lo menos que se puede pedir es que se cumpla la legislación. El arruí (Ammotragus lervia) está en la lista del Real Decreto 630/2013, de 2 de agosto, por el que se regula el Catálogo español de especies exóticas invasoras, y en el cual se establece que las administraciones competentes adoptarán, en su caso, las medidas de gestión, control y posible erradicación de las especies incluidas en el catálogo. Por tanto, llamar traidora a una consejera del cabildo que cumple con su función denota ignorancia y cobardía.
Destrozar tajinastes rosados y amenazar la recuperación del pico de fuego arrojando semillas de una planta invasora en los vallados de protección es un ataque al bien común de la sociedad, un desprecio al valor de la biodiversidad canaria y un acto delictivo que ojalá no quede impune y no se vuelva a repetir.
AURELIO MARTÍN
Profesor jubilado del Departamento de Biología Animal de la Universidad de La Laguna
Miembro de la Asociación para la Conservación de la Biodiversidad Canaria (ACBC) http://www.acbcanaria.org/