RUBÉN EXPÓSITO / VICENTE PÉREZ
El saharui Lahcen el Morji decidió hace un mes embarcarse en la arriesgada aventura de intentar entrar en Europa en patera. «Pagué mil euros por venir en una muy chiquitita, donde pese a todo íbamos 50 personas, y estuvimos dos días y medio en el mar hasta llegar a Lanzarote desde Sidi Ifni». Lo cuenta, con alguna influencia ya del habla canaria, este joven a PLANETA CANARIO ahora que ha logrado quedarse en el Archipiélago, acogiéndose, según se deduce e su testimonio, a su condición de refugiado como activista saharaui antimarroquí.
Su padre y su madre viven en el Aaiún y recuerda que las últimas palabras de su progenitor fueron: «Buena suerte». Hace más de un mes que comenzó para él un viaje complicado que cientos de personas ya no han podido contar, porque han perecido en pateras tragados por el océano en el que les transportan las mafias de la inmigración ilegal. En el caso de El Morji, por un precio mucho más caro que si hiciera el viaje en avión en primera clase.
Cuando llegó a costa canaria, la policía lo interceptó y estuvo internado en un centro dos semanas. Luego lo enviaron al centro de inmigrantes de Hoya Fría, donde según relata, pasó una semana. «Allí un día me dijeron que me dejaban los papeles, y que me fuera a buscar la vida, porque yo soy un saharaui anti marroquí», cuenta este joven inmigrante con los ojos llenos de un futuro aún incierto para él en Tenerife, pero, según se desprende de sus palabras, no más gris que el que tenía en su región norteafricana natal.
«Yo he venido a Canarias a buscarme la vida: un trabajo, sacar el carné de conducir, tener un coche, salir adelante con mi novia, que vive aquí, porque en el Sahara marroquí la vida es una mierda», afirma, en un español a veces fluido y contundente, a veces dificultoso, y repitiendo la última palabra como si quisiera enfatizar cada uno de los sonidos.
La vida en el Aaiún la resume rápido y claro: «Allí solo los ricos viven, como reyes, mientras los pobres están muy mal; si no tienes dinero vives debajo del zapato de los ricos». Se alegra por ello de llegar a un país «donde hay derechos y también deberes, y ley, porque allá no hay más ley que la del dinero, tanto tienes, tanto vales», apostilla.
«Solo traíamos comida para tres días en la patera»
No le agrada recordar mucho el viaje en patera, del que prefiere no dar demasiados detalles, aunque explica que traían comida para apenas tres días y que la pequeña embarcación iba a rebosar.
Al preguntarle por qué emigra y de este modo tan peligroso e inseguro, su respuesta es diáfana e inmediata: «Tanto quienes me acompañaban como yo venimos a España por necesidad, porque allá no encontramos derechos, ni trabajo; no teníamos ni podíamos tener nada, y por eso venimos aquí».
Se queja El Morji de la inseguridad en su tierra: «Aquí hay leyes, derechos, policías que te dan seguridad… pero allí a las 5 de la mañana te ataca cualquiera con un cuchillo. Si eres del Frente Polisario y luchas por un Sahara Libre, la policía viene al momento, pero si son ladrones o atracadores, la policía no aparece nunca».
Se despide de PLANETA CANARIO envuelto en incertidumbres sobre su futuro en Tenerife, porque sabe que, aún con papeles en regla, la vida no es fácil ni nadie le regalará nada. «Pero tengo ganas de luchar, vengo aquí para tener una vida mejor que en mi país, no quiero quitar nada a nadie, sino aportar mi trabajo y ganarme la vida, como quieren todas las personas», concluye, mientras se despide anotando su nombre en un papel: «Si no, no lo vas a recordar para la entrevista. Adiós y gracias por escucharme».