VICENTE PÉREZ
La doble condición de damnificada por la erupción volcánica de 2021 en La Palma y a la vez psicóloga que ayuda a otras personas afectadas por esta catástrofe permite a Noelia Capote, psicóloga con despacho en Santa Cruz de Tenerife, dar un testimonio peculiar de lo que está siendo este desastre natural desde la perspectiva del sufrimiento psicológico. En esta entrevista aborda diversos aspectos de la situación mental por la que atraviesa esta población casi dos años después del inicio de la erupción.
Capote, que perdió propiedades familiares (una vivienda y plataneras), se pregunta si muchas personas están sufriendo porque no han aceptado lo que ha pasado o porque las Administraciones públicas no les han dado respuesta a su situación para recuperar un proyecto de vida.
«Los psicólogos podemos ayudarles a aceptar la pérdida de su casa, pero no podemos proporcionarles una nueva casa para rehacer sus vidas, esta es la clave de la cuestión» enfatiza esta psicóloga que al comienzo de la catástrofe se ofreció a ayudar como profesional y que aún hoy atiende a algunos pacientes damnificados por este destructivo fenómeno geológico. Lo afirma en una entrevista concedida a ElValledeAridane.com, el diario solidario de la ONG Tierra Bonita dedicado a informar sobre esta catástrofe.
«El mayor impacto psicológico es para quienes perdieron todo»
Han pasado más de 19 meses desde el inicio de la erupción y más de 16 desde su final. ¿En qué fase del sufrimiento psicológico se pueden encontrar ahora las personas que perdieron sus propiedades en esta catástrofe?
«La respuesta humana ante los eventos traumáticos es tremendamente variable. No todos reaccionamos igual en situaciones que podríamos considerar estresantes. Podemos encontrar muchos ejemplos en situaciones cotidianas: un mismo diagnóstico médico puede generar mucha angustia en una persona, resignación en otra, o incluso optimismo y ganas de luchar en otra. Es por tanto difícil clasificar en una fase concreta de sufrimiento psicológico a los afectados por el volcán. Además aquí se da también otra particularidad añadida: no todas las personas que perdieron sus propiedades están en la misma situación, la variabilidad es enorme. Algunos han obtenido ayuda y han podido empezar de nuevo; otros la han recibido pero ha sido insuficiente, por lo que solo han podido reconstruir sus vidas si tenían ahorros; y otros directamente no han podido optar a ninguna ayuda. También hay diferencias si clasificamos a los afectados en función de lo que han perdido, lógicamente se presupone un mayor impacto psicológico en quien ha perdido tanto su casa como su negocio y su medio de vida, que en aquel que ha perdido una propiedad que no era esencial para sobrevivir.
Por todas estas razones, la fase de sufrimiento psicológico depende mucho de la situación de cada afectado en particular. Los que están más cerca de tener una calidad de vida similar a la que perdieron, probablemente estén más próximos a lograr la adaptación si los comparamos con aquellos que aún están muy lejos de esa situación».
«Factores personales y ambientales ayudan o entorpecen la recuperación psicológica»
Ninguna persona reacciona igual a otra ante una situación de este tipo. Pero ¿qué factores son los que pueden condicionar la recuperación de las personas damnificadas?
«Está claro que una catástrofe de estas características impacta en mayor o menor medida a la gran mayoría de la población afectada, independientemente de las defensas psicológicas que pueda tener esa persona. Sin embargo, sí que hay ciertos factores personales y ambientales que pueden ayudar o entorpecer en la recuperación. Los factores personales implicados en una buena recuperación están presentes también en la gran mayoría de acontecimientos traumáticos o altamente estresantes:
- la presencia de un entorno sociofamiliar saludable
- tener unas buenas estrategias de afrontamiento y de conducta adaptativa
- tener una buena gestión emocional y un buen manejo de los impulsos
- tener una percepción realista, tanto de las propias capacidades para afrontar el problema, como de la dimensión de lo que ha sucedido.
Los ambientales tienen relación con lo comentado al principio:
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- si han recibido la ayuda necesaria
- el tipo y la cantidad de propiedades que han perdido
- la incertidumbre que han podido sufrir durante todo este proceso: tiempos de espera, falta de información, dudas sobre su futuro a corto y largo plazo, las dificultades para comunicarse con las distintas administraciones…
- el grado en el que han podido participar en la fase de post-impacto (si se ha contado con ellos en la reconstrucción de sus vidas, si se han escuchado sus peticiones, si se han tenido en cuenta sus preferencias…)
- poder volver cuanto antes a las rutinas y costumbres previas al evento traumático también ayuda en la recuperación, factor éste que la gran mayoría de afectados no ha podido poner en práctica, puesto que para muchos de ellos, su entorno y/o medio de vida ya no existe».
«La incertidumbre sobre el futuro aumenta el sufrimiento y revictimiza a los afectados»
¿Cree usted que la ausencia de una legislación específica para estos casos, la lentitud de la Administración o la propia indecisión de las autoridades está aumentando el sufrimiento psicológico?
«Absolutamente. Como ya comentaba anteriormente, todo aquello que contribuya a que aumente en los afectados la incertidumbre sobre su futuro aumentará también el sufrimiento psicológico y revictimizará a los afectados. La mayoría nos imaginábamos que habría un “segundo volcán”, que probablemente sería casi tan devastador como el primero, y es el volcán de la reconstrucción. Los afectados por esta catástrofe han tenido que lidiar primero con la erupción y luego con el calvario de las dificultades para reconstruir sus vidas».«
«Hay cosas perdidas en la erupción que ningún dinero puede reponer»
Entre la población damnificada hay muchas situaciones diferentes. Hay quienes lo perdieron todo, su única casa y terrenos , y quien perdió propiedades pero tiene otra casa u otros terrenos. Sin embargo, hay un valor sentimental de las cosas que aumenta el sufrimiento psicológico….
«Por supuesto. Hay pérdidas que no se podrán indemnizar nunca por la sencilla razón de que ningún dinero las puede reponer. Fotos en papel perdidas para siempre, la primera ropa que usó tu bebé, los manteles que la abuelita bordó hace 40 años y que te regaló antes de morir, el charlar con tus vecinos de un barrio que hoy ya no existe, o casos tan impactantes como el del cementerio de Las Manchas, donde muchos palmeros ya no pueden ni dejar un ramo de flores en la tumba de sus familiares fallecidos. Todo esto no se podrá indemnizar nunca».
Durante la erupción usted se ofreció a ayudar dando ayuda psicológica a damnificados. ¿En la actualidad sigue tratando a pacientes afectados por esta erupción?
«Sí, aún quedan algunos pacientes en consulta».
«Afectados sufren ¿por pérdidas materiales o por no tener respuesta de la Administración?»
¿Cree usted que puede haber muchas personas que aún no hayan querido recibir ayuda psicológica por prejuicios? ¿Qué puede ocurrir con las personas que no han recibido tratamiento a pesar de que están sufriendo mucho?
«Creo que afortunadamente cada vez está más superado el tabú de solicitar ayuda psicológica. Me imagino que el porcentaje de afectados por el volcán que necesitando ayuda no la hayan solicitado, será aproximadamente el mismo que en otras situaciones estresantes. Si en cambio me pregunta por aquellos que han dejado de solicitarla por otros motivos -y no necesariamente por prejuicios- sí es posible que aumente el número. Muchas personas han estado en estos meses en modo supervivencia, para ellos la prioridad antes que su salud mental eran sus necesidades básicas: encontrar una nueva casa donde sus hijos pudieran dormir, un nuevo trabajo para darles de comer, reconstruir aquello que se pudiera reconstruir, solucionar los papeleos con la administración… Parte de esas personas (no la mayoría, afortunadamente), seguramente desarrollaron (o desarrollarán) los síntomas en un momento posterior, cuando la emergencia esté más controlada y puedan aterrizar y ver con claridad y cierta distancia lo que han perdido.
Con respecto a las personas que no han recibido tratamiento y están pasando por un sufrimiento importante habría que hacerse una pregunta: ¿están sufriendo porque no han aceptado lo que ha pasado o están sufriendo porque las administraciones no les han dado respuesta a su situación? Los psicólogos podemos ayudarles a aceptar la pérdida de su casa, pero no podemos proporcionarles una nueva casa. Ésta es la clave de la cuestión».
«Parte de los afectados puede sufrir depresión, ansiedad, insomnio y síntomas postraumáticos»
¿Una parte de las personas golpeadas por esta erupción puede desarrollar depresión y otros padecimientos mentales crónicos?
«Sí. La erupción, pero sobre todo lo que ha venido después, puede desembocar en sintomatología que puede llegar a cronificarse en algunos casos. Trastornos depresivos, ansiedad, insomnio, síntomas postraumáticos…»
¿Cree usted que se ha incrementado lo suficiente el personal de Psicología y Psiquiatría en la Sanidad pública lo suficiente en La Palma para atender la demanda real tras esta catástrofe?
«Aquí mi respuesta solo la puedo basar en mi opinión personal, puesto que desconozco los datos exactos. Sé que en un primer momento hubo un refuerzo de algunos profesionales de la salud mental en la isla, pero no sé si actualmente se mantiene esta atención».
Preguntado de otro modo, ¿con qué frecuencia deben ser las sesiones psicológicas y cuál es la que se les suele dar a los pacientes en la Sanidad pública?
«Depende mucho del caso concreto de cada paciente. De la gravedad de la problemática que presenten, del riesgo de suicidio o de intentos autolíticos, del grado de afectación en su vida cotidiana y por supuesto de la cantidad de profesionales que haya por número de habitantes, dato en el que estamos bastante por debajo de la media europea. Muchas veces los pacientes acaban acudiendo a la psicología privada porque la periodicidad de consultas en la pública es de varios meses entre una consulta y otra».
Un turista, una persona que visita la zona afectada, puede percibir el paisaje de la erupción como una maravilla de la naturaleza. Pero ¿como lo ven las personas damnificadas, qué sensación les produce y cómo deben afrontarlo?
«Aquí también depende, una vez más, de la situación personal de ese damnificado. Si han logrado llegar a esa aceptación y adaptación de las que hablábamos y su calidad de vida es similar a la anterior a la erupción, pueden llegar a desvincularse un poco de sus emociones y reconocer el lado turístico o de fenómeno natural del volcán. Pero siempre habrá una diferencia con el turista, y es que el damnificado siempre que vea esas inmensas coladas negras recordará que antes ahí estaban su casa, su negocio y, en definitiva, su vida. Seguramente si hoy preguntáramos a los afectados, todos hubieran preferido que esto no hubiera sucedido, aunque se perdieran presenciar este fenómeno natural».
«No podemos adaptarnos fácilmente a algo que como mucho pasa una o dos veces por generación»
Usted es damnificada, perdió plataneras y una vivienda. ¿Cómo lo ha vivido personalmente? ¿Qué es lo que más puede ayudarle en este momento a superar esta pérdida?
«Pues creo que con un poco de incredulidad y sorpresa al principio. Aunque vivamos en islas volcánicas no acabamos de darnos cuenta de que un buen día puedes escuchar un petardazo inmenso mientras desayunas y haberlo perdido todo a la hora de la cena, incluido el lugar donde estabas desayunando ese mismo día. El tiempo entre erupciones es corto geológicamente hablando, 50 años no es nada en términos geológicos, pero sí lo es en términos psicológicos. No podemos adaptarnos fácilmente a algo que como mucho pasa una o dos veces por generación. Luego lógicamente vino una fase de varias semanas de angustia mientras no se sabía si la colada llegaba o no a nuestra zona, hasta que finalmente llegó y la cubrió en una noche. Ahí ya comienza la fase de tristeza y finalmente la de aceptación o resignación».
«Como afectada, lo que más me ayuda es la ilusión por la reconstrucción»
Estas fases no son muy diferentes de las de otros procesos de pérdida o de duelo y son fases en las que lo lógico e incluso lo sano psicológicamente es pasarlo mal. Si una persona no siente al menos un mínimo de malestar cuando su vida se está desmoronando, probablemente es porque su mente esté fabricando algún mecanismo de negación o de disociación ante el dolor. Las emociones negativas son tan válidas como las positivas, y también tienen su función. No hay que intentar estar bien a toda costa, hay que dejar que la mente haga su trabajo, y a veces para hacer su trabajo tiene que generarnos dolor.
Personalmente, lo que más me ha ayudado, no solo a mí, sino a otros afectados con los que hablo, es la ilusión por la reconstrucción, la motivación por poder volver a una situación lo más parecida posible a la anterior. Sabemos que nunca será igual, pero soñar con ese objetivo y trabajar por él, nos ha ayudado a muchos a sobrellevar la pérdida».