NOÉ RAMÓN
El Juzgado de lo Mercantil número 1 de Santa Cruz de Tenerife ha condenado en primera instancia a la Naviera Armas a pagar 5.200 euros, más intereses, a los dueños de un perro que murió en sus bodegas. El fallecimiento tuvo lugar el 17 de agosto de 2016 cuando una familia viajaba desde Los Cristianos a La Gomera con un bulldog francés llamado Thiago. La causa de la muerte se atribuye a la falta de acondicionamiento del ferry y de las jaulas en las que transportaban a los animales a lo que se unió el golpe de calor que tuvo lugar ese día.
Durante el procedimiento judicial la naviera alegó que no existía un contrato de transporte del animal y que no se ha podido probar que efectivamente se cometió una negligencia por su parte. Considera la empresa que se le debía haber comunicado que Thiago tenía problemas médicos con el fin de tomar las medidas correspondientes, aunque un veterinario certificó el buen estado previo del animal.
La respuesta del Juzgado es que si bien no existe un contrato escrito de transporte, “desde luego sí había una asunción obligatoria, ya sea de depósito verbal o de custodia”. El fallo apunta que si el personal aceptó la entrega del animal en sus instalaciones, existía la obligación de su restitución en las condiciones adecuadas. “Que el perro se recibió por el personal de la naviera es un hecho no controvertido y acreditado, así como que éste se colocó en jaulas específicas para devolverlo cuando llegara a tierra”.
Por ello, se considera que efectivamente existió una omisión al no haber acondicionado el transportista de forma adecuada el espacio destinado a los animales, ni proporcionarles la asistencia necesaria durante el viaje, tales como agua o ventilación. Y más aún dadas las condiciones climatológicas que existían aquel día, a lo que se unió que no hubo una comprobación del estado de los animales durante el viaje. “Tales omisiones suponen una infracción del deber de diligencia, o de una norma de cuidado, que convierte la omisión en ilícita”. En un principio el perro viajaba en cubierta con la familia pero tras las quejas de un viajero que lo vio vomitar fue trasladado a las jaulas situadas en la bodega, a las que no se dejó bajar a los dueños. Precisamente, la propietaria de otro animal testificó que por los mismos motivos también encontró al suyo casi asfixiado y muy agitado al llegar a La Gomera.
El Juzgado da por probado que la tripulación se negó a que Thiago pudiera estar dentro del vehículo, que los dueños sólo fueron atendidos por unas azafatas cuando lo encontraron desfallecido y rodeado de vómitos y que los responsables de la Naviera admitieron que no sabían la temperatura exacta de la bodega. Incluso asumieron que quizás existía más calor en este departamento que en el exterior. El Juzgado considera que aparte del daño material hay otro moral por las consecuencias que acarrea la muerte de un animal doméstico. Y más aún cuando los intentos de reanimación tuvieron lugar delante de las hijas menores de la pareja.
“Todos estos datos permiten afirmar que existió desasogiego, angustia, y sufrimiento indemnizable por la vía del daño moral, máxime cuando se trata de la pérdida de un animal de compañía, que se integra en la familia, del que se cuida, y cuya pérdida supone un padecimiento considerable. Son datos añadidos a tener en cuenta la falta de colaboración del personal de la demandada durante el acaecimiento de la muerte que, lejos de aliviar el desasosiego y nerviosismo de la familia, lo incrementó”. La indemnización se fijó en 1.100 euros por el daño material, 4.000 por el moral y 95, por los gastos de veterinario, a lo que hay que sumar los intereses desde el momento de la presentación de la demanda en 2016.
Juicio por ‘el perro de la maleta’
Otra prueba de la sensibilidad que en estos momentos existe en el mundo judicial por los casos de maltrato animal es el juicio que comienza el martes, 7 de mayo en el Juzgado de lo Penal número 1 de Santa Cruz. La vista tiene su origen en el hallazgo del conocido como el perro de la maleta. El animal fue encerrado y tirado a la basura en un contenedor de la calle de Los Molinos de Santa Cruz con lesiones propias de haber sido utilizado en peleas. Gracias a su instinto de supervivencia la perra consiguió romper con los dientes la maleta y sacar la cabeza, por lo que unos vecinos la oyeron y llamaron a la policía que inició la investigación que ha derivado en la celebración de este juicio.