VICENTE PÉREZ
Profesor prejubilado de Botánica en la Universidad de La Laguna Octavio Rodríguez Delgado ha dedicado además su tiempo a otra gran pasión de su vida: la historia. Es cronista oficial de Candelaria y autor de libros y múltiples artículos historiográficos sobre el Sur de Tenerife, en los que se ha adentrado en aquellos tiempos tan convulsos como inaugurales, donde se originaron tradiciones como las celebraciones en honor a la Vírgen de Candelaria, que este 2 de febrero fue festivo precisamente por ser la patrona de Canarias. Confiesa que el ser él mismo descendiente de un mencey, el de Adeje, tiene un «valor sentimental» que la hace «identificarse más» con su tierra.
Para Rodríguez Delgado, «la aparición de la imagen y la llegada posterior de Antón Guanche, secuestrado de adolescente por los conquistadores y educado en la cultura católica en Lanzarote, supuso un cambio en la cultura del Sur de Tenerife, que la formaban nueve menceyatos, y que se fue volviendo católico.
Relata este historiador que cuando Antón, un guanche cristianizado y que sabía español, vio la imagen de la Candelaria dijo a los de su pueblo que «era la madre de Achamán, el dios sustentador de los cielos y la tierra, y que no podía estar conviviendo con los animales, que merecía culto y que él se ofrecía a cuidarla el resto de su vida, en la cueva de Achbinico, hoy de San Blas, en Candelaria”.
Todavía no había comenzado la conquista cuando apareció la imagen de la Virgen, que «la mayoría de historiadores coincide en que fue a mediados del XV, 1450-1460, y poco después, devolvieron a Antón a la Isla». Y ese episodio fue el germen de la Candelaria no aborigen. Explica Delgado que el actual casco urbano candelariero «se fundó cuando Antón Guanche llevó allí a la Virgen con otros guanches para custodiarla» y que el barrio de Igueste, en las medianías del municipio, surgió con otro guanche que custodiaba el ganado, Napay Guacerve, pues el mencey puso un rebaño con varios centenares de cabras, para que con los beneficios se pudieran mantener los que cuidaban a la Virgen”.
Había un caldo de cultivo aborigen para ensartar la iconografía católica en la suya. «Los guanches eran monoteístas, tenían a su dios, Achamán, y Antón les dijo que era la madre de Achamán”, lo cual hizo que asimilaran rápidamente la creencia religiosa extranjera a la suya.
Los frailes franciscanos llegaron primero
Lo que parece claro es que la religión servía de avanzadilla de la conquista, preparaba el terreno para la invasión castellana. De hecho, como explica el cronista, «muy poco tiempo después se puso un ermitorio franciscano en Candelaria, una especie de santuario donde había tres frailes: fray Alfonso de Bolaños, el considerado apóstol de Tenerife; Belmanua y Macedo, que vivieron mucho tiempo con los guanches y bautizándolos a todos, no solo a los de Güímar, incluso de otros menceyatos del Sur», hasta que luego los aborígenes expulsaron a los religiosos del valle de Güímar. El caso es que «cuando llegó la conquista, la mayor parte de los guanches del Sur eran católicos, y ya no vieron como enemigos a los españoles», por lo que fueron considerados bandos de paces.
Una vez conquistada Tenerife, el adelantado Alonso Fernández de Lugo «va a Candelaria en 1497 para celebrar la primera fiesta de las Candelas», una visita en la que acudió a la cueva de Achbinico, donde estaba la Virgen, a agradecerle que le había facilitado conquistar media isla sin dar un tiro, ni un golpe de espada, y la sacaron a la Virgen en procesión».
Desde entonces, los guaches han tenido la prerrogativa de cargar a la Virgen en las procesiones, y esa tradición la han mantenido los descendientes de aquellos aborígenes hasta la actualidad. Tal es así que, según cuenta Rodríguez Delgado, hay constancia de «tres pleitos de los descendientes directos de aquellos guanches – en 1587, 1601 e inicios del XVII- para reclamar que ellos querían seguir siendo los que custodiaran a la Virgen».
La imagen actual de la patrona de Canarias no es la original, algo que todavía algunos fieles desconocen. Al respecto, el historiador señala que “la Virgen estuvo en la cueva de San Blas hasta 1526, cuando se levantó la primera iglesia, donde ahora está la basílica; luego se construyó un gran templo de tres naves como el actual pero se quemó en 1789 en un incendio que destruyó también el convento dominico». De aquel suceso solo se logró salvar la imagen, que tuvo que volver a la cueva de San Blas.
De 1497 a 2022: hoy como ayer, la celebración del Día de Candelaria
Una tradición que, nacida en 1497 cuando Alonso de Lugo fue hasta este punto del valle de Güímar para celebrar la fiesta de las Candelas, se fue acrecentando en los siglos siguientes, y continúa en el siglo XXI, sin que el paso de los siglos haya quebrado la fe masiva en esta advocación mariana, a pesar de la secularización de la sociedad y la desafección de muchos canarios con el hecho religioso.
Pero la realidad es que hasta el santuario de la Patrona de Canarias se acercan miles de peregrinos en ocasiones como este fin de semana para celebrar la onomástica de la Candelaria, y en representación de los ayuntamientos acuden siempre munícipes de variada adscripción política de un lado a otro del espectro ideológico.