Además de ser mamíferos y haber sido domesticados por el ser humano, estas tres especies comparten una lamentable etiqueta cuando son introducidos y se asilvestran en medios insulares: son especies invasoras. Les guste a algunos o no, son especies que causan gran daño a los ecosistemas y son capaces incluso de provocar extinciones de animales y plantas.
Su efecto negativo ocurre en todo el planeta y por ello la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha incluido a gatos, cabras y conejos entre 100 de las peores invasoras del mundo (https://portals.iucn.org/library/sites/library/files/documents/2000-126-Es.pdf).
En Canarias las cabras fueron introducidas con los aborígenes mientras que conejos y gatos lo son a raíz de la conquista de las islas en el siglo XV. En el caso de los gatos se han encontrado algunos restos óseos en yacimientos arqueológicos pero habría que realizar una datación fiable de los huesos ya que lo más probable es que su presencia en los mismos no sea de época prehispánica. Independientemente de las fechas de llegada, lo cierto es que los conejos se extendieron por todo el archipiélago incluidos algunos islotes como Alegranza, Montaña Clara y Lobos, y los gatos y cabras se asilvestraron en todas las islas.
En Canarias, gracias a diversos trabajos de investigación, la comunidad científica no tiene la menor duda de que conejos, gatos, y cabras asilvestradas son responsables de daños severos a la flora y fauna autóctona y en muchos casos endémica.
Todos los políticos deberían ser conscientes de ello, y en particular los que tienen competencias al respecto y la responsabilidad de solucionar o mitigar ese problema, porque en el caso de los gatos asilvestrados y conejos es simplemente imposible erradicarlos de las islas mayores.
En los últimos años se ha puesto de moda el animalismo, básicamente centrado en mascotas, que pretende dar lecciones de moral y ética ignorando principios básicos de la Biología de la Conservación y de la situación de la biodiversidad canaria.
Según ellos, las técnicas recomendadas y aplicadas en todo el mundo no son ni éticas ni adecuadas acusando a biólogos y cazadores de inmorales. Ignoran que la moral es una cuestión cultural que está estrechamente relacionada con la sociedad en que se vive. O sea, no hay una única moral pero ellos pretenden imponer la suya.
Por otra parte, su amor y defensa de los animales domésticos, por cierto muy loable, les impide ver el daño que gatos y cabras asilvestradas causan en los ecosistemas canarios. No se puede comparar animales asilvestrados con sus afines domésticos.
El desconocimiento de esos animales que se han tornado salvajes les lleva a proponer ideas disparatadas como intentar capturar vivos esos gatos e insertarlos en la vida doméstica, o considerar que con apañadas se pueden capturar todas las cabras asilvestradas incluso en los sitios más abruptos. El bienestar animal de carnívoros y herbívoros introducidos parece importarles más que el de los autóctonos que también son seres sintientes.
Algunos incluso llegan casi al insulto descalificando a investigadores y profesores universitarios que pasan mucho tiempo en el campo realizando tesis doctorales y publican sus estudios en revistas de prestigio internacional.
Finalmente, la mayoría de los políticos hacen dejación de sus funciones impuestas por ley, y dejan pasar el tiempo sin tomar las medidas pertinentes mientras día tras día esas especies merman la biodiversidad canaria. En resumen, la flauta de Hamelin es un simple cuento y no sirve para solucionar el problema.
Aurelio Martín
Vicepresidente de la Asociación para la Conservación de la Biodiversidad Canaria (ACBC) http://www.acbcanaria.org/
Profesor jubilado del Departamento de Biología Animal de la Universidad de La Laguna