Este año, celebramos el centenario del nacimiento de César Manrique (Arrecife, 24 de abril de 1919 – Teguise, 25 de septiembre de 1992) pintor, escultor y artista conejero. Compaginó su obra con la defensa de los valores medioambientales. Podemos resumir su vida en apenas 30 palabras. Lo que no puedes resumir es lo que hizo por esta tierra durante ese periodo. Murió en 1992, la palabra “sostenibilidad” en esa época no se usaba ni se conocía su significado, pero este señor la llevaba en su cabeza sin definición precisa, pero con su sentido puro intocable, clavado en su mente como una espina de higo pico. Entendía la integración natural con los elementos colindantes como como una manera básica de gestionar el paraíso en el que vivíamos los canarios. Los Jameos del Agua, el Lago Martiánez, Playa Jardín, Mirador del Río son algunas de sus obras más destacadas, seguro que has visitado alguna de ellas, lo que no te diste cuenta es que llegaste a ellas sin reconocerlas desde lejos, esa era su idea.
Normalmente los profetas no suelen ser reconocidos como tal en su tierra natal. El archipiélago canario tienen en abundancia principalmente dos cosas, una naturaleza envidiable y unos gestores deplorables, políticamente las décadas pasadas ha sido como darle a un lienzo en blanco a un pintor sin pincel, ni idea que hacer con tanta belleza. La esencia del Manrique paisajista se sostenía en que pasaras por una construcción suya y tuvieras que dar la vuelta porque la habías confundido con el entorno y te la pasaste como el que pasa por un muro de lava volcánica y no le presta atención. Era su firma, una obra para todos que se fundía tan sutilmente con el paisaje que parecía una obra suprema de camuflaje.
Su obra como pintor o escultor no deja de ser una maravilla, pero se encuentra a mano de un público minoritario, o al menos, es más inaccesible. El agradecimiento general a Manrique que le debemos los canarios se basa sobre todo en sus grandes obras, las que ve todo el mundo al aire libre, admirando tan sutil manera de entender la sinergia artística con el entorno de nuestra tierra. En definitiva, desde una perspectiva budista, en la que la reencarnación es la norma, tengo claro que César en su siguiente vida se convirtió en un camaleón canario, un lagarto inmóvil encima de una piedra en el que nadie repara….