PLANETA CANARIO
La periodista Rosa María Calaf es una de las ponentes del curso de la Universidad de Verano de Adeje (UVA) Mujeres en la frontera multicultural, donde disertó sobre la mezcla de culturas como herramienta contra las desigualdades en el mundo actual.
“Hay una sociedad dominada por los señores tecnológicos por encima de la economía, la política, los estados y, en definitiva, por encima del humanismo. Necesitamos una revolución humanística que ponga a la persona en el centro del interés de esa revolución tecnológica. Es decir, tecnología al servicio del ser humano, no el ser humano al servicio de la tecnología”, afirma la conocida reportera, según informa la UVA en un comunicado.
El diagnóstico está claro, pero reconoce que la solución no es fácil. “Tenemos que buscar una sociedad que no quiera un mundo de plataformas, de aplicaciones y de consumidores de ideas y productos, sino de ciudadanos con derechos que reflexionen y los defiendan”.
Calaf sigue siendo una viajera muy activa, como ya lo era mucho antes de sus tiempos como una de las corresponsales más conocidas de TVE. Tan activa, de hecho, que acaba de llegar de Kirguistán y ya solo le quedan once países para poder afirmar que ha visitado todos los del mundo. Cree que, por cuestiones de seguridad, se quedará con las ganas de conocer Yemen y Somalia, pero ya tiene en su lista de deseos Angola y Gabón.
«Feudalismo tecnológico»
Existe una inversión muy fuerte por parte de ese “feudalismo tecnológico” para doblegar los derechos sociales, por lo que a priori parece una lucha desigual. “Pero siempre he sido optimista, creo que a lo largo de la historia de la humanidad, en cada transformación siempre ha habido incertidumbre y, lamentablemente, generaciones que se han quedado por el camino. Pues ahora nos va a pasar un poco lo mismo. Y la única cosa que nos queda es seguir peleando”, subraya la periodista.
Para poder llevar a cabo esa lucha, sostiene, es imprescindible contar con unos medios de comunicación independientes y hacer uso de esa misma tecnología que está sometiendo a la opinión pública, del mismo modo que en la era de la imprenta la disidencia hacía pasquines clandestinos.
“Esas herramientas tecnológicas», mantiene, «dan mucho poder a los mensajes de acoso y derribo de los derechos, pero las mismas con las que podemos trabajar los que queremos luchar. Lo vamos a tener mucho más difícil, porque son mucho más fuertes, pero lo importante es la concienciación de la ciudadanía en cuanto a que, como individuos, pesamos mucho. Si permitimos que nos separen, que nos aíslen -que es lo que se están haciendo- tenemos menos fuerza. Por eso hay que pelear por educación e información de calidad”.

El debate sobre la multiculturalidad
Otro debate actual, que de hecho es el que ha centrado el interés del curso en el que participa, es el de la multiculturalidad, con unas posturas que defienden la apertura frente a las que optan por la cerrazón.
“Las fronteras», afirma, «deberían ser es una oportunidad de cruce de caminos, y es lo que han sido durante toda la historia de la humanidad. Ahora nos encontramos con esa cosa terrible de que, efectivamente, una frontera geográfica y política realmente mata físicamente a las personas, como estamos viendo. Y a aquellas que consiguen superarla, les matan su dignidad” mediante la eliminación de sus derechos.
Calaf aboga por considerar que la frontera no es una amenaza y por luchar contra la desigualdad de quienes la han logrado cruzar. “Lo importante es la interculturalidad, que esas culturas no sean departamentos estancos ni estén guetizadas’, sino que realmente formen un conglomerado común, puesto que están conviviendo en un mismo mismo espacio, en favor del bien común de ese lugar que es de todos y en el que todos podemos aportar”.
En ese punto, recuerda que su abuelo, ya en su época fue un gran viajero, le decía cuando ella era todavía niña: “Vas a aprender de lo que es distinto, de lo que es igual no vas a aprender nada”.
Por ello, desde entonces la periodista ha abogado por “que los distintos se mezclen”, y señala que lograrlo implica voluntad política y educativa, así como que se produzca un acercamiento real, no solo sobre el papel. “Deberíamos preocuparnos de que este mundo, que es donde vivimos, funcione lo mejor posible para la mayoría, porque va a ser la única manera de que se pueda vivir en paz, ya que no puede haber paz sin justicia. Y la justicia pasa por el reconocimiento de la igualdad”.
Las mujeres migrantes
En ese panorama de desigualdad que sufren las personas migrantes, Calaf incide en la delicada situación de las mujeres, que son siempre el eslabón más vulnerable, pero también el “eslabón constructor de cotidianidad”, dado que “la vida diaria en todas partes la construyen las mujeres”. Por ello, ese proceso para lograr la inclusión implica no solo derribar las fronteras geográficas y políticas, sino también las culturales, étnicas y religiosas.
No es sencillo, pues en los últimos años se ha desarrollado un proceso de polarización e instrumentalización de asuntos como la inmigración. “Determinados poderes están trabajando contra esa apertura y esa integración. Y están teniendo una serie de elementos tecnológicos que les permiten hacer con muchísima más eficacia esa labor de zapa contra la solidaridad y contra los derechos humanos”, afirma en referencia a esos nuevos señores feudales tecnológicos ya citados, como Peter Thiel y Elon Musk.
Consecuencia de ese intento de control es que la prensa tiene cada vez más difícil su cometido, como se está viendo en Gaza, donde los reporteros ya no pueden acceder porque, directamente, se dispara contra ellos “ante los ojos de todo el mundo sin que pase nada”.
En ese panorama, parece que hasta los organismos garantes de orden internacional, como la ONU, están perdiendo relevancia a pasos agigantados. “Pasa lo mismo que con la prensa, quieren que esas instituciones desparezcan. No se quieren gobiernos realmente independientes ni una política realmente al servicio de la ciudadanía”. Todo ello es fruto de un “capitalismo sin control” que destruye el contrato social construido tras la Segunda Guerra Mundial.






















































