RUBÉN EXPÓSITO
Dolor y Gloria narra una serie de reencuentros, algunos físicos y otros recordados después de muchos años, de un director de cine, Salvador Mallo, en el ocaso de su vida. Los primeros amores, la madre, la mortalidad, los sesenta, los setenta, los ochenta, la actualidad, las crisis existenciales y el inconmensurable vacío ante la imposibilidad de seguir trabajando como cineasta. La última película de Almodóvar, si cabe la más personal de su carrera, habla de la creación cinematográfica, y de la dificultad de separar la creación de la propia vida. De nuevo, el director cuenta con un reconocido reparto al que en su mayoría ya ha dirigido en otras ocasiones: Penélope Cruz, Antonio Banderas o Cecilia Roth.
Estamos ante una de las películas mas intimistas del director manchego, un ejercicio autobiográfico donde abre su mente y su alma para compartir con el espectador la etapa de su vida dónde probablemente ha estado, y ahora no esté a modo completo porque Pedro, después de algunos altibajos en años pasados, muestra que tiene cuerda para rato.
La historia de Dolor y Gloria se centra en todo momento en su protagonista, Salvador pero presenta golpes de efecto, como usar narraciones relacionadas que se insertan en la película con un suave calzador, pero que funcionarían perfectamente de forma individual. Almodóvar vuelve a construir una historia como sólo él sabría hacerlo.
El manchego nada en el drama con la facilidad de un pez, contando esta historia de grandes rasgos autobiográficos. Antonio Banderas encarna a un personaje a imagen y semejanza del realizador, con el recuerdo a su madre, interpretada por Penélope Cruz, ambos con actuaciones sublimes. En definitiva, esta película es imprescindible para todos los amantes del séptimo arte. Nos vemos en el cine…