ARTÍCULO DE OPINIÓN
ELÍAS NAVARRO. Jurista. Hijo y nieto de agricultores
La situación delicada del sector platanero en la actualidad es especialmente perjudicial y preocupante para todos los pequeños y medianos agricultores tradicionales; pero permítame la licencia, estimado lector, de referirme concreta y especialmente al agricultor palmero, no solo por mis raíces, sino por una serie de circunstancias sobrevenidas que han agravado su situación, algunas naturales y otras humanas, de las cuales en ningún caso se le puede responsabilizar.
Desde el año 2021 el agricultor palmero en general y el platanero en particular ha tenido que pasar por todo tipo de vicisitudes, primero aquel viento caliente que abrasó nuestra cosecha junto al incendio que tanto sufrimiento causó, luego el volcán de Tajogaite, la mayor catástrofe natural de que se recuerda en las islas, obligando al agricultor a tener que cultivar bajo unas condiciones humanas y ambientales totalmente ineficientes e indignas, con un esfuerzo tremendo e injustamente olvidado, bajo una lluvia de ceniza que a día de hoy seguimos sin saber las consecuencias que podrá traer para la salud a largo plazo. Y todo esto mientras la lava sepultaba en el valle de Aridane sus casas, fincas, negocios, en definitiva, sus vidas, dando una demostración de entereza, amor por su tierra y dignidad, no solo merecedoras de toda admiración sino realmente emocionantes.
Cuando cualquiera podría pensar que lo malo ya había pasado y se abriría un periodo de reconstrucción durante el cual el sector del plátano vería unos años apacibles con precios previsiblemente aceptables para la comercialización debido a la escasez provocada por cientos de hectáreas de terreno sepultadas bajo la lava, nos encontramos con un mercado hundido, con precios que no cubrieron ni de lejos los costes de producción durante más de un año lo que derivó en la perdida de prácticamente dos cosechas.
Las causas de esto han sido analizadas en multitud de ocasiones y son multifactoriales. Evidentemente el clima cálido favoreció que hubiese una superproducción que saturó el mercado, pero lo que era un secreto a voces, la entrada en el sector de grandes inversores en las islas capitalinas, se acabó viendo reflejado en los datos de comercialización facilitados por Asprocan este año, que reflejan un aumento de hasta 41 millones de kg en Tenerife (de 175.625 a 216.725) y de 13 millones en Gran canaria (de 89.262 a 102.780) en solo un año (de 2022 a 2023), suponiendo un total de 54 millones de kg en total.
En La Palma, entretanto, luchábamos y luchamos por poder recuperar al menos aquello que el volcán nos arrebató, ya sea resembrando aquello que se quedó aislado entre coladas o buscando todos los medios posibles para reconstruir lo sepultado bajo el material volcánico.
A todo esto no debemos olvidar sumarle que se le informa al agricultor de que percibió una compensación por cultivar bajo la ceniza, pero que debido a irregularidades administrativas va a tener que devolverla, y, posteriormente, terminar de ser estocado con la entrega de unas ayudas por pérdida de renta tardías, injustas, insuficientes, mal gestionadas y que solo han contribuido a generar más pobreza.
Se propone actualmente otra medida para paliar la situación del sector, la más fácil, sin duda, utilizando la falacia del falso dilema (o esto o la perdición), la famosa limitación de Kg por hectárea, sin diferenciar entre agricultores tradicionales o inversores, sin haber siquiera impedido la entrada de nuevas producciones al sistema, sin mirar la responsabilidad que pueda tener cada uno en la situación actual. Aún a sabiendas de que el agricultor palmero no tiene culpa, pues aquí no existen esas nuevas plantaciones, pero de nuevo apretando más la soga al cuello del de siempre: el agricultor, el último en la cadena, una más.
A los agricultores de la isla de La Palma se les puede echar muchas cosas en cara: se les puede achacar falta de unidad, el no haber sido críticos con el sector en ciertos momentos, el no haber sido más exigentes con sus dirigentes… pero no el haberse saltado la norma a la torera, no se les puede achacar que se hayan sembrado sobreproducciones en la isla que hayan hundido el mercado.
Por eso le digo al agricultor de La Palma que no deje usted que NADIE le diga que es culpable de haber causado esta situación. Usted, si es culpable de algo, solo es culpable de haber cultivado con sobrecostes durante muchos años. Usted solo es culpable de haber sido un buen agricultor y haberle sacado el mayor rendimiento posible a su finquita. Usted solo es culpable de haber sorribado, bien sea usted su padre o su abuelo, esas fincas muchas veces a mano. Usted solo es culpable de continuar con nuestra tradición, con nuestra cultura. Usted solo es culpable de ser el sustento económico de nuestra isla. Usted solo es culpable de ser una figura que representa todo lo bueno de nuestros valores. Solo es culpable de eso, no es culpable de nada más.
Y cualquier medida que le imponga una sanción por algo en lo que no tiene culpa en favor de otro, es una medida de base injusta. Cuando recae sobre el más débil, ese que llega a su casa con los dedos agarrotados y las manos llenas de llagas de coger una barreta todo el día y no puede ni agarrar el mando de la televisión; ese que se dejó sus pulmones lavando cuando no teníamos ni máscaras ni trajes para protegernos; ese que para sacar una piña tiene que ir saltando de cantero en cantero porque no tiene una pista al lado; ese que llega a casa con los pies abiertos de llevar 12 horas con las botas de trabajo, ese que se deja su integridad, su salud y su vida en su pequeño pedazo para sacarle un rendimiento que le permita poner un plato sobre la mesa a su familia y ahora quieren robarle ese esfuerzo que ha dado durante años… cuando recae sobre ese agricultor, es, además, un abuso.