NOÉ RAMÓN
El técnico del Gobierno de Canarias Carlos Soler ahora es cuestionado por el consejero insular de Aguas del Cabildo palmero, Carlos Cabrera, sin experiencia previa ninguna que se conozca en la gestión de los recursos hidráulicos. Pero en su momento Soler, junto con el presidente de la institución insular colombina, Casimiro Curbelo fue el auténtico protagonista de la conocida como revolución del agua en La Gomera. Una experiencia que le avalaría a la hora de enfrentarse a la lucha contra la sequía de La Palma.
Soler tiene en su currículum haber descubierto la Fuente Santa en Fuencaliente, otro ejemplo de falta de coordinación por parte del Cabildo palmero para saber sacar adelante el proyecto. Y también haber sobrevivido a una guerra en su contra desde los dirigentes del Gobierno canario que se saldó con una victoria a su favor. Pero todo ello no ha evitado que Cabrera, pese su evidente inexperiencia en este sector, lo haya cuestionado por unas razones que no parecen demasiado claras.
No parece tenerse en cuenta que a finales del pasado siglo, La Gomera pasó de una dramática escasez de recursos hidráulicos a contar con unas reservas que en la actualidad son en la práctica inagotables. Aquel capítulo de la historia insular se explica hoy en las universidades como ejemplo de hasta donde se puede llegar cuando políticos y técnicos trabajan de forma coordinada. Lo que desde luego no está ocurriendo en La Palma, donde se ha producido justo lo contrario: un político que lleva casi 25 años en el poder, sin ningún otro mérito que haber sobrevivido en los cargos públicos durante este tiempo, cuestiona abiertamente al técnico.
Y todo ello pese a que el papel Soler fue básico al lograr que el panorama hidráulico de La Gomera no siempre fuera tan rutilante como en la actualidad, con unas reservas que en la práctica son inagotables, al menos, para el consumo humano. A finales del siglo XX, por el contrario, la escasez y limitaciones era la tónica general en La Gomera, un panorama muy parecido a la que vive hoy La Palma. En aquel entonces la situación se había convertido en casi dramática hasta el punto de que en los núcleos altos de esta Isla, en los que se producían las mayores restricciones, comenzaron a menudear las protestas con sus ciertas dosis de violencia incluidas.
En ese complicado panorama fue cuando se produjo lo que bien podría llamarse la revolución del agua. Concretamente, fue a principios de la década de los años noventa cuando desde el Cabildo, y con el asesoramiento de técnicos del Gobierno canario como precisamente Soler, se apostó por hacer extracciones subterráneas con el fin de solucionar un problema que se estaba convirtiendo en especialmente grave.
No fue una apuesta a ciegas, sino que se contó con el asesoramiento de especialistas preparados como Soler, “aunque sí es verdad que existía un cierto grado de incertidumbre”, indica este último. El hecho indudable es que a partir de ese momento se acabaron las penurias y se entró en una época en la que se pudo decir adiós a las restricciones.
Gracias al fenómeno de la lluvia horizontal ha sido posible la recarga continua de los acuíferos con agua de gran calidad. Un milagro cotidiano que se repite día tras día desde hace miles de años.
La propuesta no estaba exenta de riesgos ya que significaba dejar atrás el concepto teórico de trasvase norte-sur de aguas obtenidas en las presas y dar un giro de 180 grados para jugar todas las cartas a la vez, a favor del trasvase sur-norte de caudal subterráneo. Pero éxito fue inmediato y se pasó de las limitaciones que estaban al orden del día, a la situación actual caracterizada por una existencia casi ilimitada de recursos.
El ‘descubrimiento’ se enmarca en los trabajos que desde 1988 y hasta 1992 se desarrollaron para contar con el primer Plan Hidrológico, a cuyo frente estuvo precisamente Soler. La propuesta inicial consistió en marcar una zona de protección de los nacientes y como segunda urgía obtener el agua necesaria para garantizar el abastecimiento urbano de toda la Isla.
La idea de apostar por la extracción subterránea del sur para llevar el agua incluso al punto más alejado de La Gomera sorprendió al principio ya que suponía un cambio drástico en la hoja de ruta con la que entonces se trabajaba.
Era preciso concentrarse, por lo tanto, en la explotación del acuífero insular como forma única, más segura y económica de garantizar la sostenibilidad. “Allí estaba oculto bajo el subsuelo y descargando inútilmente su caudal por toda la costa sur. Finalmente, se confirmó que había concluido la época de las presas en La Gomera y se iniciaba la era del agua subterránea”, indica Soler.
Con la perspectiva que da el tiempo el saldo no puede ser más positivo: la Isla cuenta con galerías de la que surgen recursos sin fin como la de Ipalán, en San Sebastián, la del Altito en Valle Gran Rey y la del barranco de La Negra, en Alajeró resultado de la decisión que se tomó en un momento especialmente conflictivo.
Dado lo arriesgado de la apuesta que suponía un cambio drástico en el modelo hidrológico insular, Curbelo quiso asegurarse de que la propuesta era acertada y por ello solicitó a Madrid en la época de los socialistas, a través del Gobierno canario donde también gobernaba el PSOE en el que militaba el aún presidente del Cabildo, un presupuesto especial para poder hacer sondeos que ratificaran que la teoría era cierta. En apenas un mes el ejecutivo central, efectivamente, destinó un crédito especial con el que se llevaron a cabo diez sondeos de los que nueve dieron los resultados esperados. Estos además se localizaron en los lugares donde existía mayor desabastecimiento.
De esta manera se quería demostrar la existencia de recursos hídricos subterráneos, en cantidad y calidad, a la vez que se podría abastecer a estas poblaciones. Efectivamente, así se hizo con una agua cuya calidad resultó inmejorable.
Pero nada de todo ello parece ser suficiente a la hora de conseguir que en La Palma los políticos se dejen asesorar por los técnicos, sino que más bien ocurra lo contrario.