NOELIA CAPOTE (PSICÓLOGA)
El año 2020 tendrá un capítulo especial en los libros de texto de nuestros nietos. Seguramente será un tema que los estudiantes marcarán con un asterisco y una anotación que dirá “cae fijo en el examen”. Quizás se llame la crisis del Covid, el Crack del 2020, la Pandemia del año 20… Será un tema tan amplio que tendrá que estudiarse en varias asignaturas y en varias carreras: en historia, en economía, en medicina, en psicología… Supondrá un punto de inflexión en muchos campos del saber y cómo no, también en nosotros mismos. Marcará un antes y un después en la vida de todos. Desafiará muchas ideas preconcebidas, hará tambalearse pilares que creíamos fuertes y estables y nos pondrá a prueba como sociedad y como individuos.
Hará falta tiempo para saber con exactitud las consecuencias psicológicas a medio y largo plazo que tendrá el coronavirus y la cuarentena. No me cabe duda de que en las facultades de Psicología se pondrán en marcha infinidad de investigaciones sobre el tema: incidencia de estrés postraumático, duelos patológicos, depresión, ansiedad…
Tampoco tengo dudas de que en nuestras consultas habrá un aumento en la incidencia de pacientes con perfiles psicopatológicos asociados a todo lo vivido durante este 2020. Sin embargo, la gran pregunta aquí es: ¿podemos hacer algo ahora, para evitar estar peor después? La respuesta es sí. Podemos hacer pequeñas modificaciones e intervenciones en nuestra rutina que pueden ayudarnos a paliar el estrés ahora y a prevenir males mayores a largo plazo.
Llevamos un mes y medio de confinamiento. Probablemente tu mente ha pasado por distintas fases durante este periodo de tiempo. Seguramente al principio sentiste algo de incredulidad o de negación. Probablemente luego llegó la incertidumbre y el miedo a lo desconocido. En los siguientes días quizás te fuiste adaptando a la situación pero llegó el cansancio, el hastío y el estrés.
Fuentes de estrés durante el confinamiento

Ahora mismo, aunque ya te hayas acostumbrado en cierta forma a la situación, es posible que puedas seguir sintiendo ansiedad o estar preocupado por múltiples factores:
Tu salud y la de los tuyos.
Contagiarte cuando vas a la compra.
Tu estabilidad laboral a medio plazo.
No llegar a fin de mes.
No ver a tus amigos y seres queridos.
No poder visitar a algún familiar enfermo en el hospital.
La incertidumbre y la falta de control sobre el tiempo de confinamiento.
La convivencia ininterrumpida con otros miembros de la familia.
No poder despedirte de un ser querido.
El escaso nivel de actividad durante el día.
La vuelta a la vida normal.
Qué puedes hacer para estar mejor
Antes de intentar minimizar a toda costa tu malestar, debes tener clara una cosa: en una situación como ésta, las emociones negativas son absolutamente normales. Esto es lo suficientemente difícil como para generarte cierto nivel de estrés o angustia. Permítete sentirte mal. Las emociones desagradables no solo son normales en situaciones inusuales y estresantes, sino que son incluso recomendables; tu mente te está preparando para la acción, para reaccionar ante una situación que no conoces si fuera necesario.
Planifica tus días con antelación. Cuando esté terminando el día, planifica qué vas a hacer el día siguiente. Tener planes, rutinas y actividades pendientes ayuda a nuestra mente a encontrar el equilibrio, a hacer más predecibles y controlables las situaciones.
Organízate el día. Ponte un horario de sueño razonable, dormir más de lo necesario o dormir poco, afectará negativamente a tu estado de ánimo y a tu nivel de activación por el día. Respeta el horario de las comidas y también lo que comes. No pasa nada si te das algunos caprichos puntuales, pero acabar comiendo todos los días comida basura y hacer 3 bizcochos a la semana no es una buena idea, ten por seguro que no va a ayudarte a estar mejor. Si trabajas en casa, ponte un horario y cúmplelo; si vas improvisando y te sientas veinte veces no serás productivo, tu trabajo será de peor calidad, te sentirás culpable y además perderás mucho más tiempo al día. No descuides ni tu higiene ni la de tu casa. Vístete cada día, si estás en pijama a tu mente le costará distinguir el tiempo de “no hacer nada” del tiempo productivo. Intenta hacer algo de deporte aunque no te guste, no es necesario que quemes mil calorías, basta con que tengas un cierto nivel de actividad física, tu mente y tu cuerpo lo agradecerán. Deja que te dé un poco el sol; no hace falta tener un gran jardín, basta con que te tomes ese café en la ventana por las mañanas.
Reserva un momento del día para el placer. Es fundamental tener al menos un momento al día en el que sepas que vas a hacer algo que te gusta. Haz una lista de cosas con las que disfrutes, y elige una para cada día.
Mantente en contacto con tus seres queridos y con tu familia. Los beneficios psicológicos de relacionarnos socialmente podemos obtenerlos sin necesidad de estar con los amigos en una cafetería. Una simple videollamada o algún mensaje de vez en cuando harán que desconectes de tu día a día en casa.
Infórmate con criterio y moderación. Busca solo fuentes oficiales y evita la sobreinformación. Si estás todo el día pendiente de lo que sucede y además te informas en sitios poco fiables, solo conseguirás aumentar la sobrecarga, la incertidumbre y el estrés.
Si estás teniendo roces en la convivencia, trata de evitar temas tabú o que sepas que van a generar tensión, posponlos para cuando termine todo esto. El mejor momento para tratar temas delicados no es precisamente un momento en el que no podamos desconectar ni salir a tomar el aire. Intenta hacer la convivencia lo más llevadera posible.
Cuando tengas pensamientos negativos hay dos cosas fundamentales que tienes que tener en cuenta: la primera, que esto es temporal, todo pasará y volverás a tu vida normal, y la segunda y más importante, que estás haciendo esto para salvar la vida de la gente. Todo este sacrificio servirá para que muchas personas puedan seguir con nosotros muchos años más. Como decían en Italia al principio de su confinamiento “a nuestros abuelos se les pidió que fueran a la guerra, a nosotros solo nos piden que nos quedemos en casa”.
Si el malestar es demasiado intenso y sientes que no puedes controlarlo, no dudes en buscar ayuda profesional. No te sientas mal por pedir ayuda. Todos podemos necesitarla alguna vez.
NOELIA CAPOTE, psicóloga