VICENTE PÉREZ
El incendio del verano de 2023 en Tenerife adquirió unas dimensiones nunca vistas, pues, aunque comenzó en Arafo, llegó a afectar a un perímetro de más de 90 kilómetros y casi 15.000 hectáreas a lo largo de 12 municipios, adentrándose en el Parque Nacional del Teide, donde quemó importantes extensiones de retamas y otras especies autóctonas.
El Cabildo de Tenerife inició en octubre los trabajos de recuperación de los ecosistemas dañados por el fuego, unas obras de emergencia que suponen una inversión de un millón de euros y un plazo de ejecución de seis meses, con fondos transferidos desde el Gobierno de Canarias y provenientes del Ministerio de Transición Ecológica.
Dentro de estas labores se encuentran los vallados de regeneración, con los que se pretende garantizar la recuperación de espacios de matorral de cumbre como la retama; así como erradicar con estas cercas los herbívoros introducidos asilvestrados para evitar su efecto sobre las futuras plantaciones, según explicó en su momento el Cabildo en un comunicado. De igual forma, se están eliminando los pies gruesos de retamas quemadas en zonas próximas a pistas y carreteras «para reducir el impacto paisajístico y generar discontinuidad en la masa de combustible».
Para instalar estos vallados se están utilizando unas retroexcavadoras de dos ruedas, con las que se abren unas zanjas donde luego se colocan palos de madera que soportan una malla metálica para impedir el paso de animales hervíboros.
El impacto de esta medida ha sido criticado por el Foro Canario contra la Incineración, que la ha tachado de «desproporcionada», mientras que la Asociación para la Conservación de la Biodiversidad de Canarias (ACBC), aunque reconoce que «afectan negativamente al paisaje cuando están recién instalados» estos vallados, apoya la labor del Cabildo porque «resultan imprescindibles para evitar el efecto de conejos, muflones, arruis y ganado asilvestrado» y poder así recuperar la vegetación endémica.
El Foro contra la Incineración critica cómo retroexcavadoras han abierto «surcos inmensos, incluso en laderas, y las consecuencias no sólo serán paisajísticas sino que, con el tiempo también, pueden llegar a cambiar hasta la propia orografía de la zona dependiendo de cómo vengan los vientos y las precipitaciones».
«Habitualmente no se puede tocar nada, ven a alguien con una bicicleta, incluso por una pista, y le levantan los pies del suelo mientras la Administración pública se permite crear cicatrices de esa forma tan bestial, dejando la sensación de desprecio por ese paisaje único, por esa forma tan aberrante de acometer la recuperación de esa vegetación que históricamente se ha recuperado sola cuando le ha tocado, mientras no hay dinero para llevar agua a un agricultor o para mantener limpios los cortafuegos y evitar estos desastres en el futuro», reflexiona el Foro Canario contra la Incineración.
También critica esta veterana web medioambientalista que algunas especies cinegéticas se suelten con la colaboración de instituciones públicas «para después dispararles», y advierte de que no solo hacen daño a la flora autóctona sino también a los cultivos agrarios de medianías, como, afirma, ocurre en los altos de Arico con los muflones.
Y aboga por la prevención de los incendios, de manera que «se inviertan los términos y lo que se convierta en negocio, incluso en modo de vida, sea lo que previene los incendios, y no el negocio» de apagarlos.
La visión de la ACBC es de respaldo a estos vallados porque «con el paso del tiempo, pueden causar la admiración de todos, turistas y residentes, como ya sucede en las cumbres de La Palma con la recuperación de la vegetación gracias a estas barreras». Es más, para esta asociación, en Canarias «no se afronta decididamente la erradicación o control de los herbívoros invasores, por lo que el gasto económico en conservación de la flora es mucho más alto».
Para este colectivo, del que forman parte biólogos y otros profesionales relacionados con el estudio y la conservación del medio ambiente, estos vallados «representan una oportunidad para que los ecosistemas puedan recuperar la biodiversidad perdida tras años de impacto de herbívoros invasores y evitar extinciones de especies, lo que, además, permitirá afrontar en mejores condiciones el grave problema del cambio climático actual”.
«Estos animales consumen plantas endémicas que resultan especialmente vulnerables y modifican los suelos, haciéndolos cada vez menos aptos para el desarrollo de nuestra flora, cargándolos de nitratos procedentes de sus heces y ocasionando una altísima modificación en la composición de nutrientes», explica la ACBC.
Además, esta asociación señala que a medio plazo, si las medidas se aplican bien, sería posible retirar estos grandes vallados «sin poner en el corredor de la extinción a las especies amenazadas».
La ACBC es partidaria de «abordar decididamente y sin más demora la erradicación de muflones y arruís, desarrollar medidas de control de conejos y eliminar el ganado asilvestrado, actuaciones que deben ser desarrolladas prioritariamente por profesionales”. En este sentido existe un debate social en el que otras asociaciones animalistas defienden que el control de los herbívoros como cabras asilvestradas se haga sin métodos cruentos, capturándolas vivas, en lugar de matándolas con cazadores profesionales.
El 77,60 % del territorio de Canarias se encuentra en riesgo alto y muy alto de desertificación, según el Programa de Acción Nacional contra la Desertificación, del Ministerio para la Transición Ecológica. Ese porcentaje llega al 97,53 % en la provincia de Las Palmas.
Canarias cuenta con 2.843 especies de plantas terrestres de las que 634 (22%) son endémicas. 124 de ellas figuran como “en peligro de extinción o “vulnerables” en el Catálogo Canario de Especies Protegidas y en el Catálogo Español de Especies Amenazadas, según los datos aportados por la ACBC.