RUBÉN EXPÓSITO
El Sitio Histórico del Barranco de Acentejo ocupa gran parte de su cauce, también conocido como de San Antonio, constituye el principal canal de drenaje de la comarca. Aparece en la vertiente norte de la Cordillera Dorsal de la isla, a una altitud de 1.500 metros, dentro de Las Lagunetas, desembocando en la Punta de la Sabina, tras más de 6 km de longitud.
El cauce del agua ha suavizado el recorrido. La acción erosiva ha propiciado el retroceso de la costa y la formación de un elevado acantilado que supera los 200 m de altura.

El barranco se manifiesta con gran visibilidad, lo abrupto de su recorrido da una idea de lo que el desgaste natural ha conformado, un enorme canal que serpentea entre montañas. El lecho del barranco se caracteriza por presentar sucesivos saltos de agua, correspondientes a coladas basálticas más resistentes al efecto erosivo de las aguas que fluyen por el mismo.
La vegetación dominante a lo largo del barranco se nos hace común a todos los lugares del Archipiélago de este tipo, tabaibas, cardones y matorrales. Las tabaibas dulces (Euphorbia balsamifera) y amargas (Euphorbia obtusifolia), los cardones (Euphorbia canariensis) y un extenso matorral herbáceo y arbustivo, con cornicales (Periploca laevigata), incienso (Artemisia canariensis), balos (Ploclama pendula) y un sinfín de especies endémicas o introducidas conforman el paso de este barranco.
Hacia el tramo medio del barranco, coincidiendo con las zonas más pobladas, la vegetación es más pobre y se corresponde, en gran medida, con especies ruderales que ocupan antiguas huertas, así como con cultivos actuales y algunos ejemplares arbóreos, como la palmera o diversos frutales. Tuneras, zarzas y tártagos conforman un denso matorral que, en numerosos puntos, impide el acceso al cauce.
En los extremos superior e inferior de la zona protegida se aprecian antiguos bancales de cultivo, muchos de ellos aún en producción, así como algunas infraestructuras hidráulicas. La galería Acentejo, con restos de la actividad extractiva, es uno de lo puntos más destacados.
El barranco ofrece unas condiciones idóneas para buscar vestigios arqueológicos, sobre todo la zona de La Sabina. Las numerosas cuevas naturales que se abren al cauce constituyen un modelo característico de vivienda y en el caso de las oquedades de mayores tamaño y las situadas a mayor altitud.
La mayoría de las cuevas situadas por encima de la Autovía del Norte han sido reutilizadas con fines agrícolas, y la mayor parte de su relleno arqueológico se ha perdido debido a la lentitud en la protección de dichos espacios.
La mayor derrota de los conquitadores ocurrió en este barranco
Los conquistadores de la Corona de Castilla lucharon en el Barranco de Acentejo en la primavera de 1494. El Archipiélago aún no había sido completamente conquistado; unas tierras que los portugueses ya habían intentado quedarse.
La conquista castellana del Archipiélago se inició en 1402. Sucesivamente fueron minando y diezmando a los habitantes de las islas, las contínuas llegadas de los conquistadores fueron un saldo a su favor a lo largo del tiempo, aunque este caso se recuerda por la imposibilidad de los castellanos de doblegar a los guanches.
En general la ocupación no ofreció demasiados problemas salvo en el caso de La Gomera, cuya abrupta orografía impidió finalizar la conquista hasta 1488. Isabel y Fernando decidieron terminar la ocupación del resto del territorio insular.
Fernández de Lugo: una figura clave para entender el proceso
Fernández de Lugo era un gaditano del que se conoce muy poco de su biografía. Participó en la ocupación de Gran Canaria a las órdenes de Pedro de Vera y luego recibió el título de Adelantado para encargarse de conquistar La Palma y Tenerife.
En 1494 desembarcó en un lugar que bautizó como Santa Cruz, donde construyó un fuerte que le serviría de puerto de abastecimiento. Los caciques de la región habían pactado años atrás con Pedro de Vera la conversión al cristianismo, gracias a la labor de los misioneros asentados allí. Tenerife estaba dividida en nueve menceyatos, denominación que los guanches daban a los territorios regidos por un Mencey.
El mencey más poderoso de Tenerife era Bencomo, de Taoro, un hombre que trató de unificar la isla bajo su mandato, razón por la cual otros menceyes se le enfrentaban. Fernández de Lugo le ofreció una paz negociada a cambio de su conversión al cristianismo y el sometimiento a los Reyes Católicos, que rechazó sin pensarlo, sólo obtuvo el apoyo de los menceyatos de Tegueste, Icod, Tacoronte y Daute; el resto se mantuvieron distantes, facilitando así la conquista territorial del ejército castellano.
Fernández de Lugo entró por Taoro confiscando en su camino todos los rebaños de cabras que encontraba a su paso para aprovisionarse, dadas lo complicado que era moverse por un terreno tan abrupto. Cuando llegó al Barranco de Acentejo, después de bajar con dificultad, Bencomo dio la orden de ataque. En ese momento, los guanches se lanzaron contra los invasores con toda su fuerza. Los guanches llegaron al cuerpo a cuerpo, arrancando las armas de las manos de sus contricantes, mientras una lluvia de piedras y troncos impedía a éstos mantener la formación defensiva y la caballería se comportaba como una formación sin cabeza, no sabían por donde salir. La lucha en distancia corta impidió también el uso de las piezas de artillería, de esta manera los guanches pudieron combatir de igual a igual.
El propio Fernández de Lugo resultó herido de una pedrada en la boca, que le derribó de su caballo; estuvo a punto de caer en manos enemigas, siendo salvado in extremis por un soldado llamado Pedro Benítez, finalmente logró salvar su vida, pero en la batalla perdió a cerca del 90 por ciento de su ejército, es por ello que se conoció al lugar a partir de entonces como La Matanza de Acentejo.